En el Centro Médico de Stanford se llevan a cabo unas reuniones periódicas del tipo Alcohólicos Anónimos, pero de ribetes mucho más macabros. Algunos van en sillas de ruedas, otros se ayudan de apoyos protésicos o aparatos ortopédicos, los hay que llevan cascos de protección. Por encima de todo, entre la música y los canapés, los abrazos y las charlas, este grupo de unas 200 personas está allí para recordarse a sí mismos que todavía siguen vivos.
Se llama la Reunión de Supervivientes de Traumas. Y todos son integrantes han sobrevivido a accidentes de tráfico, electrocuciones, explosiones, disparos y puñaladas.
Sin embargo, no todo el mundo tiene la suerte de los integrantes de este distinguido club de supervivientes. La mayoría de nosotros no dejamos de herirnos, y de morirnos. Sobre todo porque somos muchos millones de personas. Sólo en EEUU, más de 115 millones de personas visitan las salas de urgencia cada año. 13.125 personas por hora.
Pero una vez estamos en la sala de urgencias, ¿qué probabilidad tenemos de sobrevivir a nuestro trauma? Existe una fórmula para calcularlo:
En el mundo de la traumatología, se conoce como Ps y significa probabilidad de supervivencia. La fórmula puede intimidar a los legos, así que traduzcámosla en palabras:
Dicen los expertos que en un accidente, su probabilidad de supervivencia va en función de su edad, de sus signos vitales, como la tensión sanguínea y el ritmo respiratorio, así como del alcance de sus heridas. Lo cierto es que la inmensa mayoría de las personas sobreviven cuando acuden a la sala de urgencias porque sus heridas no son demasiado graves. Por supuesto, otras sobreviven contra todo pronóstico.
Según la doctora Susan Brundage, cirujana de traumatología, también es fundamental, como es obvio, el origen del trauma. No es lo mismo una navaja, una bala o una pared de ladrillos. Por ejemplo, imaginad que aparecéis en urgencias con el corazón atravesado por una navaja o una aguja de hacer punto y sin signos vitales, la probabilidad de sobrevivir se estima entre el 37 % y el 40 %.
Si entráis en las mismas condiciones pero con una herida de bala en el corazón, la probabilidad se reduce a sólo el 4 %. Pero la peor estimación la obtenemos si hemos sufrido lo que se conoce como trauma agudo por haber impactado contra una pared de ladrillos: menos del 1 %.
La clave, afirmó la doctora Brundage, es que cada vez que le conducen a la sala de urgencias, los médicos pueden predecir con un elevado grado de seguridad si usted va a vivir o a morir. Y esto es lo que debería recordar: las navajas son mejores que las pistolas, que a su vez son mejores que las paredes de ladrillos. Una puñalada en el corazón se puede reparar aplicando muchos puntos; una bala es algo más complicado, pero se puede coser. Un traumatismo severo es peor, porque no hay nada que se pueda reparar. Todo el cuerpo está herido.
Vía | El club de los supervivientes de Ben Sherwood
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