Las matemáticas ponen las cosas en su justo sitio, desafiando las intuiciones o los prejuicios más atávicos. Las matemáticas constituyen el objetivismo y la frialdad por antonomasia. Los números son las sílabas de un lenguaje esclarecedor, las rimas del poema del discernimiento, el código con el que universo ha cifrado todas sus claves.
Por eso, desde Genciencia vamos a celebrar una fiesta con los números, publicando una serie de artículos en los que daremos significado a cada número, uno a uno, hablando de sus orígenes o de curiosidades relacionadas con ellos.
Empecemos.
La invención de las cifras es anterior a la de la escritura. Pero el sistema de numeración actual ha necesitado 3.500 años de historia. Y es que ya lo decía Pitágoras: “El número es la esencia de todas las cosas”.
El ser humano posee un sistema innato para la enumeración que no se basa en las palabras y que permite representar las cantidades y llevar cabo simples tareas de cálculo, y eso se da en todas las culturas del planeta, según una investigación del Instituto Cognitivo de la Neurociencia en la Escuela Universitaria de Londres.
Así pues, a pesar de excepciones extrañas como una tribu de indígenas que habita el corazón de Australia, los Wapiri, que posee una palabra para decir “uno” y nada más, siendo lo demás “muchos”, lo cierto es que los niños Wapiri tienen la misma capacidad de un niño corriente para comparar cantidades.
No importa que no usen los números para decir las horas o que usen canciones para determinar distancias entre lugares, o que respondan “muchos” si preguntas a un hombre cuántos hijos tiene. Ello se debe a una particularidad lingüística, nada más. Sus cerebros son tan matemáticos como los nuestros.
Pero vamos a olvidarnos de los Wapiri y volamos a los números. Es más, empecemos por el primer número y vayamos ascendiendo, al igual que en un programa de Barrio Sésamo:
0: Aunque encabeza la lista, el número 0 no es el primer número inventado. El cero apareció por primera vez en Babilonia en el siglo III a. C., pero no fue hasta mucho después que se usó normalmente. Junto con el 1, sin embargo, se ha convertido en la base del sistema numérico binario, el nuevo lenguaje universal gracias al cual ahora mismo me podéis leer en las pantallas de vuestros ordenadores.
1: Fue el primer número de la historia. Matemáticamente es único por muchas razones: al multiplicarlo por cualquier otro número, no varía. Si se divide por él mismo, queda 1. El 1 es tanto el primer término como el segundo de la sucesión de Fibonacci. El siguiente término de la sucesión es el 2. En muchas culturas el 1 se representa mediante un punto o un trazo (horizontal, vertical o más o menos sinuoso).
Vía | La vida de los números de Piergiorgio M. Sandri
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