La opinión de Dubner y Levitt es que el terrorismo no es violencia gratuita sino más bien un activismo político radical, una pasión cívica con esteroides. Es decir, que el tipo de persona con más probabilidades de convertirse en terrorista es parecido al tipo de persona con más probabilidades de ejercer su voto en las urnas.
Y por tanto también una persona culta tiene muchas más posibilidades de ser terrorista.
Aunque la sabiduría popular nos indique lo contrario, que un terrorista generalmente procederá de una familia humilde y con poca educación, lo cierto es que las estadísticas arrojan cifras diametralmente opuestas.
El economista Alan Krueger, por ejemplo, reunió datos biográficos de 129 mártires muertos en una circular de noticias de Hezbollah titulada Al-Ahd (El Juramento). A continuación, los comparó con hombres de la misma franja de edad de la población general del Líbano. Las familias de los terroristas tenían una probabilidad menor de ser pobres (28 % frente a 33 %) y los terroristas era más probable que tuvieran al menos educación secundaria (47 % frente al 38 %).
Un análisis similar de Claude Berrebi sobre terroristas suicidas palestinos reveló que solo el 16 por ciento procedían de familias pobres, frente a más del 30 por ciento de los varones palestinos en general. Por otra parte, más del 60 por ciento de los terrositas tenían estudios superiores, frente al 15 por ciento de la población general.
Esta tendencia se observa en numerosas organizaciones terrositas, desde los miembros de al-Qaeda hasta los latinoamericanos. Sobre ETA, el IRA irlandés o los Tigres Tamiles de Sri Lanka no hay datos suficientes para saber si se dan cifras parecidas.
Esto podría suceder por diversos motivos. El primero es que un atentado terrorista requiere más organización que un delito común. Los líderes terroristas también dan mucha importancia a la preparación de la persona. Y, así como el delito común tiene como principal objetivo una ganancia persona, el terrorismo es fundamentalmente un acto político o religioso que quiere imponer su particular imagen distópica.
Y tal vez una persona con hambre tiene cosas mejores de las que preocuparse que volarse en pedazos.
Cualquiera que haya leído un poco de historia reconocerá que el perfil del terrorista de Krueger se parece bastante al del revolucionario. Fidel Castro y el Che Guevara, Ho Chi Minh, Mohandas Gandhi, León Trotsky y Vladimir Lenin, Simón Bolívar y Maximilien Robespierre… no encontrará entre ellos ni un solo chico de clase baja y sin educación.
Vía | Superfreakonomics de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner
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