Los instrumentos que usamos cotidianamente para leer y escribir son mucho más extraordinarios de lo que parecen. Por ejemplo, el lápiz surgió fortuitamente de una serie de casaulidades que empezaron con un rayo descuajaringando un árbol en Inglaterra.
De igual modo, el papel fue a lo largo de la mayor parte de nuestra historia un material escaso y caro, y que a vista microscópica es mucho más extraño de lo que parece a simple vista.
No precisamente liso
Un papel donde anotamos algo parece un material liso y regular, pero esta impresión es falsa: en realidad está formado por pequeñas fibras finísimas que se parecen todas juntas a un puñado de heno. Esta estructura tan compleja está a escala microscópica y escapa a nuestro sentido del tacto.
El papel procede generalmente de los árboles, y la firmeza de estos se debe a una fibra microscópica llamada celulosa, cuyos filamentos están unidos por un pegamento orgánico conocido como lignina, una sustanta muy dura y elástica que puede durar siglos. Tal y como lo explica Mark Miodiwnik en su libro Cosas (y) materiales:
Cuesta mucho trabajo separar los filamentos de celulosa de la lignina: es como intentar quitarse un chicle del pelo. Se trata de triturar la madera y hervir los trocitos a una temperatura muy alta con un cóctel químico que libera la celulosa rompienso sus enlaces cion la lignina. Lo que queda es una maraña de fibras conocida como pulpa de madera. Madera líquida, de hecho: vista con un microscopio, parece un montón de espaguetis con una salsa acuosa. Después de dejarla secar sobre una superficie lisa, se obtiene el papel. (...) Para que sea blanco, suave y brillante hay que aplicarse un agente blanqueador, así como partículas blancas y muy finas de carbonato de calcio, o tiza en polvo.
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