La imagen que abre esta entrada es la comparación entre las tomografías computerizadas de un paciente francés con una hidrocefalia e hipertensión intracraneal de larga evolución y las de una persona normal. Concretamente, el paciente es el protagonista de una noticia que ha dado la vuelta a la blogosfera en las últimas horas desde que apareciese en Menéame el enlace a una página donde se comentaba el caso de forma un tanto sensacionalista.
El origen de todo es un artículo publicado en The Lancet donde se comenta la evolución de dicho paciente, que se considera un buen ejemplo de plasticidad del parénquima cerebral por lo llamativo del caso, pero que en ningún caso se corresponde con un hecho prodigioso o extraordinario, como hace ver la página que apareció en Menéame. Es por eso que me gustaría comentar algunos conceptos acerca de la hipertensión craneal y evitar malentendidos.
El concepto de presión intracraneal (PIC) es el resultado de la relación entre el cráneo y su contenido (parénquima cerebral, vasos y líquido cefalorraquídeo). La hipertensión intracraneal (HTIC) será, por tanto, el estado en el que la PIC tiene valores superiores a 15 mmHg, que es el límite superior de su rango de normalidad.
Tendremos HTIC por tres causas principales: aumento del volumen del parénquima cerebral (hematomas, tumores, edema cerebral), incremento del contenido de sangre (obstrucción del sistema venoso) o, como es el caso que nos ocupa, por una cantidad anormal de líquido cefalorraquídeo (LCR), que podrá deberse precisamente a que se produzca más LCR de lo normal, a que no se absorba convenientemente o a que el sistema de drenaje se encuentre obstruido, que es lo que le ocurrió al protagonista de nuestra historia causando su hidrocefalia, que no es otra cosa que una acumulación anormal de líquido en el cráneo.
Concretamente, en nuestro caso, se trata de un paciente de 44 años que ya a los 6 meses había tenido problemas de acumulación de LCR, que se había tratado mediante un shunt, una derivación que conectaba el sistema de circulación del LCR con su sistema de drenaje venoso. En su momento, no se halló la causa del episodio y se dejó pasar.
Ahora sabemos que su problema era una obstrucción del agujero de Magendie, que es un lugar de paso esencial para la circulación del LCR. Al estar cerrado este conducto, se seguía produciendo fluido que no podía salir y se quedaba encerrado en los ventrículos cerebrales (cavidades ocupadas por LCR), dilatando cada vez más el hueco necesario para almacenar el líquido y, por tanto, comprimiendo el parénquima del cerebro contra las paredes del cráneo.
Ahí es donde radica el error, no se trata de que el señor tuviese el cerebro pequeño, se trata de que lo tenía comprimido, como si fuese una esponja. Cuando esta situación se da de forma aguda y rápida, se traduce en clínica neurológica (dolores de cabeza, falta de movilidad, de sensibilidad, coma...), pero si ocurre progresivamente, como fue el caso de nuestro paciente, el cerebro se va adaptando poco a poco y no da sintomatología alguna. Es algo poco frecuente, pero en ningún modo extraordinario, como nos pintaba el New Scientist que apareció en Menéame. De hecho, probablemente la prevalencia de estos casos sea mayor de lo que pensamos, sólo que nunca llegamos a enterarnos ante la falta de clínica.
En este caso, y al cabo de 44 años, el paciente presentó dificultad de movimientos en su pierna izquierda, que se alivió cuando abrieron el citado orificio de Magendie, aunque parece que los efectos de la operación no duraron mucho debido a una reoclusión. La solución definitiva fue implantar un nuevo shunt, como le hicieron en la infancia, sólo que esta vez de manera permanente.
Curiosamente, probablemente debido a la larga evolución del cuadro, la resolución de la hidrocefalia no ha devuelto al cerebro su forma habitual, por lo que el paciente seguirá haciendo una vida normal, a pesar de tener lo que algunos han llamado un "cerebro pequeño".
Vía | Menéame Más información | Medicexchange, The Lancet (PDF) En Genciencia | Las imágenes subliminales tienen efectos fisiológicos sobre el cerebro