No es la primera vez que hablamos del efecto anclaje en Xataka Ciencia, es decir, la tendencia de nuestro cerebro para quedarse temporalmente influido por ejemplo por una cifra a la hora de valorar si la siguiente cifra será muy alta o muy baja.
Este sesgo cognitivo también tiene lugar en las mentes más preparadas, incluso entre profesionales que siguen estrictos protocolos de diagnosis como los facultativos.
Es algo que demostró ampliamente un estudio de la American Child Health, entre otros. Pero esta clase de sesgos (o directamente de vagancia o falta de tiempo) también provoca algo todavía más grave: que los facultativos prescriban medicamentos de cascoporro.
La prescripción de medicamentos en Estados Unidos se ha incrementado vertiginosamente. Entre 1995 y 2000, los gastos anuales en medicamentos en Estados Unidos se han multiplicado por dos, hasta llegar a los 132.000 millones de dólares. Actualmente, casi la mitad de los estadounidenses toma un medicamento por prescripción facultativa.
Si nos centramos en las cefaleas, por ejemplo, una de cada 50 personas que sufren de dolores de cabeza continuos en realidad es víctima del “consumo excesivo de medicación”, según las directivas del Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica (Nice, por sus siglas en inglés) para los servicios de salud de Inglaterra y Gales. Martin Underwood, médico clínico y profesor de investigación de atención primaria de la escuela de medicina de Warwick en el centro de Inglaterra, que presidió el grupo de elaboración de directrices:
Los pacientes con dolores de cabeza por tensión o migrañas pueden entrar en un círculo vicioso. Las cefaleas son cada vez peores y entonces toman más medicación, lo que agudiza el dolor.
Esta sobremedicación además no mejora la salud de los estadounidenses porque no se basa en estrictos diagnósticos médicos sino en sesgos (o falta de tiempo e implicación), tal y como explica Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
Un estudio analizó cerca de treinta artículos que se centraban en las prácticas de recetar de los médicos. Halló, entre otras cosas, que las relaciones entre los médicos y las compañías farmacéuticas llevaban a lo que los autores del estudio denominaron, cortésmente “recetar no-racional”.
Entre 1898 y 2000, los reguladores oficiales aprobaron más de mil nuevos medicamentos. Si todos esos nuevos medicamentos supusieran avances significativos, sería una cosa. Pero no lo hacían. La Administración Estadounidense del Alimento y el Medicamento determinó que el 76 % de todos los medicamentos nuevos aprobados durante este tiempo no eran más que innovaciones moderadas de tratamientos ya existentes.
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