Algunas personas son capaces de doblar los dedos completamente hacia atrás, o incluso girar todo el cuerpo, como si estuvieran hechas de chicle. En ese caso, puede que estemos ante alguien que muestra los signos clásicos del síndrome de hipermovilidad articular, también conocido como hiperflexibilidad o articulación doble.
Generalmente, se trata de una anomalía beninga en los ligamentos y los músculos que los rodean. Tiende a presentarse en personas de la misma familia. Hasta un 20 % de los niños normales tienen articulaciones hiperflexibles, como ocurre con muchos atletas. Pero hay quienes desarrollan esta anomalía más tarde, cuando sufren lesiones en los ligamentos o cuando estos se debilitan o se estiran en exceso.
Sea como fuere, tener este superpoder también te condena a sufrir con más frecuencia dislocaciones y dolor en las articulaciones.
Se dice que el violinista italiano del siglo XIX Paganini y el pianista ruso del siglo XX Rachmaninov tenían esta afección, que jugó a favor de su maestría ejecutando sus respectivos instrumentos musicales. Se cree que sus miembros largos y flexibles, casi marcianos, eran consecuencia del síndrome de Marfan.
Y es que la hipermovilidad articular es también un síntoma del síndrome de Marfan, otro extraño trastorno del tejido conectivo, tal y como explica Joan Liebmann-Smith en su libro Escucha tu cuerpo:
Entre otras señales visibles de Marfan se incluyen pies largos y planos, cara estrecha, dedos largos y delgados y elevada estatura. (Abraham Lincoln tenía los dedos largos y delgados, y se dice que padecía esta anomalía). Aunque el síndrome de Marfan afecta principalmente al esqueleto, también puede dar lugar a problemas oculares, cardíacos y de otro tipo. De hecho, muchas de las personas que lo padecen son muy cortas de vista y tienen glaucoma o cataratas.
Por cierto, si ahora os estáis mirando la longitud de los dedos, quizá os interese mediros concretamente el dedo anular para saber si tenéis mucha testosterona.
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