El olfato perruno de un chico llamado Stephen

El olfato perruno de un chico llamado Stephen
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Stephen era un estudiante de medicina de 22 años que había consumido demasiadas drogas (cocaína, PCP, anfetaminas) que, una vez más, confirmó la máxima de que la realidad supera a la ficción.

En este caso, la realidad superó a la ficción del protagonista de la novela (y luego película) El perfume, de Patrick Süskind. Lo que yo empecé a sentir después de la lectura de aquella novela fue una mayor intensidad en los olores cotidianos, sobre todo de los olores que desprendían individualmente las personas que se cruzaban conmigo.

En el caso de Stephen, aquella sensación se multiplicó por mil, y no precisamente por la lectura de El Perfume, sino por la ingesta de anfetaminas.

Stephen se despertó un día viendo los colores de una forma nueva: “era capaz de diferenciar docenas de marrones donde antes habría visto sólo marrón. Mis libros forrados de piel, que parecían similares antes, tenían ahora todos ellos matices completamente diferentes y diferenciables.”

Pero entre otros cambios, como una memoria visual casi perfecta, el más importante fue la exaltación de su sentido del olfato. De nuevo habla Stephen:

Entré en una tienda de perfumes. Hasta entonces no había sido demasiado sensible a los olores, pero ahora distinguía instantáneamente uno de otro, y cada uno de ellos me parecía único, evocador, todo un mundo. (…) Entraba en la clínica, olfateaba como un perro, e identificaba así, antes de verlos, a los veinte pacientes que había allí. Cada uno de ellos tenía una fisonomía olfativa propia, un rostro de olor, mucho más vivido y evocador, y fragante, que cualquier rostro visual.

Esta asombrosa transformación, esta exaltación de sus sentidos, como si Stephen se hubiera convertido en un superhéroe, tan sólo le duró tres semanas. Al perder sus poderes, sintió alivio, por supuesto, pero también de pronto se vio condenado a una oscuridad sensorial: había pasado de ver y oler más que nadie a ver y oler como todos.

Según conjetura el neurólogo Oliver Sacks, esta hiperosmia o potenciación del olfato pudo haberse debido a una agitación dopaminérgica inducida por las anfetaminas. Puede producirse un efecto similar en estados potenciados por hiperdopaminérgicos, como en el caso de algunos postencefalíticos a los que se administra L-Dopa, y algunos pacientes con el síndrome de Tourette.

Vía | El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks

Comentarios cerrados
Inicio