Los nombres son importantes, pero tenemos graves deficiencias para recordarlos. También solemos confundirlos unos con otros. Así que imaginaos el problema que supone bautizar nuevos medicamentos para que resulten claramente descriptivos y no quepa la posibilidad de que el paciente confunda uno con otro.
A pesar de todas las medidas, continuamente se producen problemas de confusión con los nombres, como recoge a menudo la Administración Estadounidense del Alimento y el Medicamento (AEAM), como el caso del edetate disodium y el edetate calcium disodium: el primero sirve para tratar altos niveles de calcio, el segundo, para intoxicación por plomo.
A la hora de aprobar el nombre de un medicamento en Estados Unidos, la autoridad que regula la práctica es la AEAM, pero, aún así, las confusiones siguen produciéndose, y muchos nombres, de hecho, resultan difícilmente pronunciables. Y casi nunca describen de forma clara para qué sirve el medicamento.
A pesar de que muchos medicamentos deben ser prescritos por un facultativo, también éstos pueden llegar a confundirse. En el caso anteriormente descrito, por ejemplo, se han producido incluso muertes, como señala Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
La AEAM dijo que había recibido casi una docena de informes de muertes de niños y adultos durante los treinta últimos años, incluyendo niños tratados por intoxicación por plomo a los que se les suministró el medicamento equivocado. En 2006, una agencia federal independiente, el Centro para el Control y Prevención de la Enfermedad, detalló algunas de las muertes en un informe; una de ellas tenía que ver con un niño con autismo que recibió tratamiento con uno de los medicamentos para eliminar el mercurio de la sangre.
Quizás los nombres exóticos resultan más atractivos para el consumidor, y hasta puede que influyan en el efecto placebo, pero en aras de evitar más confusiones, ¿qué tal nombres meramente descriptivos del tipo “Tratamiento para el Asma de la Farmacéutica X”.
A menos, todo resultará más sencillo habida cuenta de los confusos nombres con los que debemos lidiar diariamente, como: Zofran, Zosyn, Xigris o Cubicin. Y, además, eliminarán esa aureola como de pócima o de invocación a un dios antiguo. Los medicamentos cuya eficacia ha sido probada en ensayos rigurosos de doble ciego no necesitan de esas muletas.
Todos estos son nombres existentes de medicamentos reales. Por ejemplo, el Zofran es un medicamento contra las náuseas. Zosyn es un antibiótico, igual que Cubiin. Xigris sirve para tratar la sepsis. Pero, por sí mismos, los nombres de los medicamentos difícilmente permiten saber para qué sirven; podrían ser igualmente los nombres de un juego de mesa o de un dios griego.
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