Una de las cosas que deberían asumir las personas que afirman haber asistido a algún fenómeno paranormal, aportando su testimonio o el de otros como prueba de que verdaderamente ha sucedido, es que el cerebro humano es órgano que acostumbra a engañarnos, sin contar con que nuestros sentidos son fragmentarios y falibles.
Cualquier persona que oyera una voz en mitad de la noche que le dijera al oído que es, no sé, Alejandro Magno, probablemente empezaría a pensar que existe la vida después de la muerte. O tal vez acudiría a un exorcista.
Pero pocos pensarían en un neurólogo. Y muchos menos que oír voces tampoco es algo tan anormal.
Como tampoco lo es oír música, como le sucedió a una paciente del neurólogo Oliver Sacks. La mujer, en una noche de enero de 1970, tuvo un sueño muy intenso sobre su infancia en Irlanda. Y entonces, al despertar, siguió oyendo la música irlandesa que escuchaba en su infancia, 80 años atrás.
La mujer pensó que todavía estaba bajo los efectos del sueño. Así que se levantó y se desperezó, pero la música seguía sonando perfectamente. Pensó entonces que algún vecino debía haberse dejado la radio encendida, pero ¿por qué sólo parecía escucharla ella y nadie más se había quejado?
La radio parecía provenir de su propia cabeza. Pero en la frente no le había nacido una antena receptora, cual unicornio herciano. ¿O sí? Recordó entonces sus empastes y el rumor de que algunos empastes podían actuar como receptores de radio.
Pero sus empastes estaban en perfecto estado. Además, ¿qué emisora de radio emitía canciones irlandesas ensordecedoras en mitad de la noche? Sólo sonaban canciones, una detrás de otra, sin comentarios de locutores, sin anuncios, nada.
La música sonaba tan fuerte que la mujer ni siquiera podía dormir. Apenas escuchaba lo que le decía la gente. La música lo cubría todo. En cualquier película de Hollywood, ya imaginamos lo que habría pasado: tengo poderes, veo gente muerta irlandesa, algo así.
Pero una visita a Oliver Sacks le confirmó que sencillamente sufría una anomalía cerebral que le hacía recordar con perfección las canciones irlandesas de su infancia, y que éstas sonaran como si las estuviera escuchando realmente. Sacks realizó una exploración cerebral y mostró que había tenido una pequeña trombosis en una parte del lóbulo temporal derecho. Las canciones eran consecuencia de un ataque, y cuando remitió éste, remitió el hilo musical cerebral.
No podemos ni imaginar cuántas de estas anomalías y otras similares han sido las causantes de episodios de iluminación espiritual a la lo largo de la historia. Y todo porque no tenían a un neurólogo cerca.
Vía | El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks
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