Os puede dar la impresión de que mezclo demasiadas cosas: medicina alternativa, medicina tradicional china, medicinas antiguas, remedios de la abuela, etc. Sin embargo, todas estas manifestaciones son perfectamente comparables desde el plano epistemológico.
Es decir: todas adolecen de errores o carencias a la hora de demostrar su efectividad en la salud humana. Unos errores y carencias que han sido ampliamente superados por la medicina científica actual. Sin embargo, todas esas prácticas metodológicamente invertebradas continúan propagándose, y van y vienen, incluso en ámbitos académicos, pues su existencia actual no sólo responde a motivos de ignorancia o superstición, sino a motivos que competen a sociólogos e historiadores.
Indudablemente hay fuerzas psicológicas y sociales que alimentan la pseudociencia, el posmodernismo, la tradición y las culturas lejanas o exóticas (cuanto más analfabetas y conectadas con la naturaleza, mejor).
Sin irnos demasiado lejos, muchos intelectuales hindúes publican libros y artículos contra la ciencia “occidental” postulando tres dogmas centrales:
-La ciencia contemporánea es fundamentalmente violenta y explotadora.
-La pretensión de universalidad y objetividad de la ciencia es ilusoria.
-Todas las civilizaciones tienen el derecho de crear su propia ciencia.
No tengo espacio para desarrollar en este artículo cuán ilusos son esos dogmas, pero el físico Alan Sokal escribe una pequeña introducción crítica:
Estos dogmas se basan en lecturas simplistas de obras controvertidas de filosofía de la ciencia (especialmente Kuhn y Feyerabend) en combinación con arrogantes piruetas sobre la (i)lógica de ciertos temas sutiles, como el papel que tienen los valores epistémicos y no epistémicos en la ciencia, la carga teórica de la observación, el estatuto epistémico del conocimiento científico, los aspectos múltiples del reduccionismo y las relaciones conceptuales y socioeconómicas existentes entre ciencia y tecnología.
En conclusión, pues, no podemos exigir a la gente de la calle que no siga acudiendo a tiendas de plantas medicinales, ni tampoco que no acuda a terapias alternativas, o que se deje guiar por la abuela, o que incluso lea el horóscopo: ello requiere no pocos años de adiestramiento epistémico. Lo que sí deberíamos exigir a las instituciones docentes es la inclusión de mayor temario en filosofía y metodología de la ciencia entre los estudiantes; mayores nociones de epistemología (¿por qué medios los seres humanos pueden alcanzar un conocimiento fidedigno del mundo?); y en definitiva una profundización psicológica y sociológica al motivo de que tendamos a desconfiar de la ciencia y sus estructuras.
Para los que queráis profundizar en este asunto, os recomiendo el capítulo Pseudociencia y Posmodernismo del libro en el que he basado la mayor parte de estos artículos.
Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal
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