Poco ha durado la euforia por los agrocombustibles. Desde hace menos de un año la Unión Europea (siguiendo a lo que en EEUU se lleva haciendo algo más) se ha abrazado con cierta irresponsabilidad a lo que parecía la solución más fácil y rápida al demoníaco cambio climático, optando por una solución que en su momento era el súmun de lo políticamente correcto, pero que ahora se ha desvelado como una nefasta política (tanto ambiental como social y económicamente). La imposición de que en Europa el 10% del combustible sea agrocombustible está trayendo repercusiones a nivel mundial.
Consecuencias ambientales: destrucción de ecosistemas naturales para la creación de cultivos extensivos (generalmente en las zonas tropicales a costa de bosque tropical), aumento del uso del agua, de fertilizantes y pesticidas, aumento del riesgo de especies invasoras, sustitución de cultivos tradicionales por otros...
Consecuencias sociales y económicas: al hacerse los agrocombustibles con productos alimentarios (o al desplazar a los cultivos alimentarios) los alimentos básicos han visto disparado su precio en los últimos meses. El trigo y el arroz se han convertido en algo inaccesible para muchas familias de los países pobres. El mercado está completamente distorsionado y los europeos utilizamos la comida para quemarla en los motores, mientras que en otros lugares la gente se enfrenta a la escasez de comida. Muchos gobiernos tienen que subvencionar el arroz o el trigo para hacerlo asequible (situación insostenible a medio plazo).
Las voces que se alzan contra los agrocombustibles son cada vez más importantes. Hace algunos meses era el Parlamento Británico el que instaba a la Unión Europea a abandonar el uso desmedido de estos combustibles. El presidente del Banco Mundial (Robert Zoellick) también ha clamado contra esta locura: "o se actúa de inmediato o millones de personas morirán de hambre en breve", denunciando que mientras todos nos preocupamos por llenar los depósitos de gasolina, millones de personas se preocupan sólo por llenar su estómago (en EEUU la tercera parte del maíz se emplea para agrocombustibles). Ahora Jeffrey Sachs (asesor en asuntos de pobreza del secretario general de la ONU) dice: "Necesitamos reducir significativamente nuestros programas de biocombustibles", refiriéndose a EEUU y Unión Europea.
En resumen: la única ventaja de estos combustibles es que fijan dióxido de carbono antes de liberarlo de nuevo a la atmósfera. En mi opinión: cuando el cambio climático se convierte en la principal obsesión de la humanidad, por delante de la pobreza, el hambre, la agricultura insostenible, la destrucción de hábitats, etc, esto es lo que pasa.
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