Hace 19 años, el 24 de marzo de 1989, se produjo la mayor tragedia ecológica en la historia de Alaska: el petrolero Exxon Valdez encallaba y vertía millones de litros de crudo sobre más de 2000 km de costa. Información al respecto es fácilmente encontrable en internet, y millones de litros de tinta se ha escrito sobre el suceso desde entonces, a pesar de ser "solamente" el vigésimo accidente más grave de este tipo.
Algunas de las letras más interesantes al respecto son las escritas por Bjorn Lomborg en su ya famoso libro "El ecologista escéptico". Interesantes porque permiten hacer ciertas reflexiones que se salen de la línea dominante del pensamiento ecologista políticamente correcto. Da algunos datos curiosillos (como que al día mueren en Estados Unidos chocadas contra cristales mayor número de aves que murieron en el vertido) que no tienen por qué tener relevancia ecológica, o si. También presenta interpretaciones de la situación unas décadas después del vertido (¿se recupera? ¿no se recupera? ¿fue un desastre irreversible?). Pero lo más interesante es: ¿cómo se limpió la costa?
Los seres humanos tenemos nuestro propio punto de vista. Al ser humano no le gusta ver crudo negro ("chapapote") en las playas, ni le gusta ver pegotes en las piedras, ni le gusta ver manchas de aceite flotando por las playas. Le gustan más las playas limpias, las piedras pulidas, las aguas cristalinas. Pero, ¿qué opina el ecosistema de las actuaciones llevadas a cabo para "limpiar" y "solucionar" la catástrofe? Una vez más, cuando las decisiones las toman los ecologistas y/o políticos influenciados por las pancartas y los altavoces, más que técnicos imparciales, no siempre se hace lo mejor para el ecosistema.
Para el sistema y sus comunidades fueron más dañinas las labores de limpieza que el propio vertido. Para llevar a cabo investigaciones oficiales del US National Oceanic and Atmospheric Administration (y aviso a posibles susceptibles comentaristas: fuente más contrastada no existe) se dejaron experimentalmente parcelas en las que no se lavó ni se hizo nada. En el resto de la costa se utilizó principalmente agua a presión para limpiar el sustrato de crudo. Este procedimiento, como el frotar las piedras con cepillos, resulta muy agresivo. Tanto, que la vida volvió a aparecer en las parcelas sin limpiar 18 meses después del vertido, mientras que tardó entre 3 y 4 años en las zonas "limpiadas".
Lo estremecedor del asunto es que los expertos en petróleo habían avisado de ello ya durante los meses de limpieza. Sin embargo la opinión pública generalizada era de que para los animales era mejor tener las playas limpias. Tal y como dijo el Scientific American: "el público quiere que se salven los animales, [...] incluso aunque el estrés de la salvación les mate a ellos".
Vía | Bjorn Lomborg. El ecologista escéptico. Traducción al castellano de Espasa, Madrid, 2001. Páginas 277-279.
Ver 3 comentarios