A veces, pequeños detalles naturales son los que determinan el futuro de una nación, tanto a nivel económico como político e incluso sociológico. Por ejemplo, Gran Bretaña se convirtió en una potencia mundial gracias, en parte, a las aguas peligrosas y a las costas rocosas que desalentaban las invasiones militares.
¿Cómo subsistiría Panamá si su geografía no fuera como es, es decir, poseyera una casual y estrecho paso del Atlántico al Pacífico? Panamá ni siquiera existiría como nación independiente si Teddy Roosevelt no hubiese reconocido el valor de esta pequeña franja de tierra y hubiese optado por provocar una insurgencia ya incipiente, favoreciendo que los líderes locales se independizaran de Colombia.
Pero si hemos de buscar una causa pequeña para la formación de un gran lugar, entonces hemos de viajar a Indonesia. Desde 1967 hasta 1998, Indonesia estuvo bajo la férula del presidente dictador Suharto.
A pesar de todos los deslices de Suharto, tuvo a bien explotar al máximo una pequeña característica de Indonesia, algo minúsculo. Un hongo.
La economía de Indonesia siempre había dependido de su suministro de madera, en particular de los dipterocarpáceos, unos árboles de hojas anchas y perennes. Convertidos en maderos, tratados para ser contrachapados, reducidos a pulpa de papel, proporcionan los ingresos que hacen funcionar al resto de los sectores económicos. El problema de una economía basada en la madera es que los árboles son tremendamente fáciles de talar, pero resulta tremendamente difícil hacer que vuelvan a crecer.
Pero el bosque indonesio es diferente. Allí podemos talar hasta 26 árboles por hectárea y el ecosistema no se resentiría. El responsable de este milagro es un hongo. Un hongo que se aloja entre las raíces de los dipterocarpáceos y que teje una maraña densa y viviente por todo el terreno. Por ello, Indonesia también alberga una décima parte de todos los bosques húmedos del mundo.
Esta maraña no sólo retiene en el terreno agua y nutrientes esenciales para los árboles; también aleja a otras especies de hongos dañinos. Más aún, proporciona un lugar seguro donde las semillas de los árboles caen cada año, protegidas de los elementos y de los depredadores que buscan comida. Los árboles, a su vez, proporcionan al hongo los carbohidratos de sus raíces que son su sustento. El resultado es que los árboles crecen con fuerza, los hongos también, y los leñadores saben cómo obtener un beneficio de este acuerdo prosperan.
Suharto organizó gran parte de su política alrededor de este hongo: dividió los bosques en regiones y entregó los derechos sobre la madera a sus generales, lo que permitió que se enriquecieran y fueran leales a Suharto durante décadas. Y todo gracias al comportamiento de uno de los organismos más simples del planeta. Sin ese hongo, es muy posible que el nuevo régimen se habrían hundido y desaparecido mucho antes.
Lisa Curran, profesora de estudios forestales y medioambientales de la Universidad de Yale:
Fue ese sistema ecológico, en primer lugar, el que permitió que se levantara el sistema político. Todos, los militares indonesios, los magnates chinos de la madera, los exportadores internacionales y los políticos locales, se beneficiaban de esta compleja red natural.
Tal vez, un grupo libertador que hubiera pretendido derrocar a Suharto debería haberse dejado las armas en casa… y desarrollar un buen fungicida.
Vía | Simplejidad de Jeffrey Kluger
Ver 22 comentarios