Se estima que alrededor del 22 % de los recursos no descubiertos y recuperables de la Tierra se concentran en el Círculo Polar Ártico.
Estas reservas no explotadas de gas y petróleo propician que, debido al deshielo, es decir, que tales recursos afloren y sea más sencillo acceder a ellos, aumenten las tensiones entre las potencias árticas que quieran su parte del pastel.
Geología submarina
El conflicto nace en gran parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que permite a un país reclamar para sí una extensión oceánica más allá de las normales 200 millas náuticas de aguas soberanas si se puede demostrar que forma parte de su plataforma continental; es decir, que los conflictos se dirimen analizando, básicamente, la geología submarina de la región.
La plataforma continental es la prolongación natural de un continente, que queda cubierto durante los periodos interglaciares como la época actual por mares relativamente poco profundos y golfos. La plataforma nace, entonces, en la costa, y suele terminar en un punto de la comarca pendiente creciente (llamado barrera continental).
El problema es que, si bien la Convención define las plataformas continentales como la "prolongación natural" de una nación, las plataformas continentales se extienden por lo general frente a varias naciones y resulta muy difícil definir sus confines.
Así, por ejemplo, Dinamarca ha reclamado la propiedad del Polo Norte, porque buena parte del territorio se extiende sobre la misma plataforma continental que Groenlandia, pero los rusos reclaman como suyo el mismo accedente submarino y defienten que es una extension de su propia plataforma.
Estas dispuestas distan de arreglarse, más bien se acentuarán a medida que se encuentren más recursos en el Ártico, lo que a su vez acentuará el calentamiento global, lo que, también a su vez, aumentará las posibilidades de encontrar más recursos en este lugar, hasta hace poco, inhóspito. Como lo resume el libro Lugares sin mapa, de Alastair Bonnett:
El Ártico está revelando sus secretos: nuevos paisajes y oportunidades rompen las olas. Si las disputas continúan y los esfuerzos por establecer el Ártico como patrimonio común y espacio internacional de conservación no fructifican, pronto se convertirá en el escenario de la "fiebre del oro" del siglo XXI. El acceso a inmensas reservas de gas y de petróleo exacerbará el calentamiento global y el retroceso del hielo.