Todavía se producen hambrunas terribles, por supuesto, pero no debido a una descompensación mundial entre el número de estómagos y la cantidad de alimentos. El economista Amartya Sen ha demostrado que casi siempre se pueden atribuir a situaciones pasajeros o a periodos de agitación política y militar que impiden que los alimentos lleguen a la gente que los necesita.
Así pues, la lógica maltusiana subestima los efectos del cambio tecnológico. En el siglo XX, las provisiones de alimentos aumentaron de forma exponencial, no lineal. Los agricultores recogían más cosechas en una misma parcela de terreno. Los procesadores transformaban una mayor parte de lo cosechado en alimentos para el consumo.
Camiones, barcos y aviones transportaban los alimentos a más personas antes de que se estropearan o se los comieran las plagas.
Las reservas de petróleo y de minerales aumentaron, en vez de disminuir, porque los ingenieros supieron encontrar más y descubrieron nuevas formas de extraerlos.
En resumidas cuentas, podemos afirmar, como lo hace el economista Paul Romer, que la existencia material humana está limitada por las IDEAS, no por las cosas.
El segundo planteamiento de Romer es que las ideas son lo que los economistas denominan “bienes no rivales”. Los bienes rivales, como los alimentos, los carburantes y las herramientas, están hechos de materia y energía. Si una persona los usa, no los pueden usar otras personas.
Pero las ideas están hechas de información, que se puede duplicar a un precio insignificante, por mucho que la Ministra de Cultura, González-Sinde, se empecine en afirmar lo contrario obligando a pagar por las copias. Así que, liberados del copyright más restrictivo (podéis leer lo que opino al respecto en este artículo), una receta para elaborar pan, el plano de un edificio, una técnica para el cultivo del arroz o la fórmula de un fármaco (cuya explotación de copyright, por cierto, se libera antes que el de una creación artística) se pueden desvelar sin que haya que privarle nada a su creador.
De esta manera, Romer señala que el proceso combinatorio de crear ideas nuevas puede sortear la lógica de Malthus hasta límites que ignoramos:
Todas las generaciones han percibido los límites al crecimiento que resultarían de unos recursos finitos y unos efectos secundarios no deseables si no descubrían nuevas fórmulas o ideas. Y todas las generaciones han subestimado el potencial para encontrar nuevas fórmulas e ideas. Ha sido constante la incapacidad de comprender cuántas ideas quedan por descubrir. La dificultad es la misma que tenemos con la combinación. Las posibilidades no se suman. Se multiplican.
Nada de esto debería justificar que desangremos la Tierra porque ya lo arreglaran otros en el futuro, por supuesto. Quizá alguno de los desaguisados que cometamos verdaderamente no tenga solución. Sin embargo, lo que todo esto significa es que nuestra comprensión de la relación de los seres humanos con el mundo material es más bien escaso, por no decir casi nulo.
Y que desconfiéis del próximo que diga que el mundo se acaba. Porque las ideas distan mucho de acabarse.
Vía | La tabla rasa de Steven Pinker
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