La famosa frase del doctor Malcom (en la novela Parque Jurásico, de Michael Crichton) y que seguramente otras personalidades hayan pronunciado antes, sirve perfectamente para comenzar esta nota. Desde que hace veinte años la central nuclear de Chernobyl liberase al entorno toneladas de material radiactivo, la vida parecía haber terminado en la zona afectada (que ocupaba una extensión tremendísima, Bielorrusia, Ucrania, Rusia...). Las consecuencias de la radiación en forma de cancer afectó y afecta a cantidades ingentes de población humana y animal... hasta ahora.
En la llamada zona de exclusión ha comenzado a proliferar la vida salvaje, según se ha podido comprobar en los últimos tiempos. Los árboles, animales que estaban considerados extintos en la zona, como el lince, han vuelto para quedarse, parece, alentados quizás por la nula presencia del hombre en la zona. Lo que no se sabe es si la radiación les afecta, o más bien, si son conscientes de ello.
A base de estudiar poblaciones de animales es posible comprobar si presentan efectos provocados por la radiación, cosa que han hecho Anders Moller y Tim Mousseau, de las universidades de Pierre y Marie Curie en Paris, y la Universidad de Carolina del Sur en EEUU, respectivamente.
En una de las especies estudiadasse ha encontrado trazas de albinismo, en la forma de penachos de plumas blancas que antes no se habían presentado nunca. Además, los ciclos de vida de los pájaros también han sufrido cambios, tanto en su tasa como en el porcentaje de supervivencia anuales. Esto es sin duda debido al efecto de la radiación, y lo malo es que los pájaros afectados pueden pasaar sus genes defectuosos al resto de la población.
Incluso los árboles han sido afectados: según un biólogo de la USC, la radiación ha confundido durante mucho tiempo a los árboles de la zona, que han perdido "el norte", confundiendo la dirección de crecimiento, y presentando por lo tanto extrañas y caprichosas formas.
Vía | National Geographic
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