La última vez que la atmósfera de la Tierra contenía la cantidad de dióxido de carbono presente en la actualidad, la Antártida era un oasis cubierto de plantas, los niveles del mar se estimaban entre 10 y 20 metros más altos y las temperaturas globales eran un promedio de 2 a 3 grados centígrados más cálidos. En el Ártico, las temperaturas de verano fueron 14 grados más altas de lo que son ahora.
De esto hace tres millones de años, tal y como sugiere un nuevo estudio llevado a cabo por el Instituto Potsdam para Climate Impact Research.
¿Niveles críticos?
Estas condiciones, observadas hace unos 2.6 a 5.3 millones de años durante un período conocido como la época del Plioceno, están muy lejos de nuestro clima actual. Pero si los pasos decisivos para combatir el calentamiento global no se toman pronto, advierten los investigadores, la historia podría repetirse. La proporción de moléculas de dióxido de carbono encontradas en la atmósfera alcanzó niveles de Plioceno de 400 partes por millón, o ppm, en 2015.
Si la Tierra experimenta un aumento inevitable de la temperatura de 3 a 4 grados centígrados, se espera que este calentamiento se produzca gradualmente durante los próximos siglos. La fusión a gran escala capaz de elevar el nivel del mar y hacer que el paisaje helado de la Antártida se vuelva verde, a su vez, necesitará de algunos milenios. Según Matteo Willeit del Instituto Potsdam para Climate Impact Research, autor principal del estudio ahora publicado en Science Advances:
Sabemos por el análisis de los sedimentos en el fondo de nuestros mares acerca de las temperaturas pasadas de los océanos y los volúmenes de hielo, pero hasta ahora el papel de los cambios de CO2 en la conformación de los ciclos glaciales no se ha entendido completamente. Es un avance que ahora podamos mostrar en simulaciones por computadora que los cambios en los niveles de CO2 fueron uno de los principales impulsores de las eras de hielo, junto con las variaciones de cómo las órbitas de la Tierra alrededor del Sol, los llamados ciclos de Milankovitch. Estas no son realmente simulaciones: comparamos nuestros resultados con los datos de las profundidades marinas, y demuestran que están en buen acuerdo. Nuestros resultados implican una gran sensibilidad del sistema de la Tierra a variaciones relativamente pequeñas en el CO2 atmosférico. Es tan fascinante como preocupante.
Imagen | Dreaming in the deep south
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