El turismo negro, del que os hablaba en la anterior entrega de este artículo, también es afín a los lugares donde se han producido desastres naturales.
Ya se están preparando expediciones en barco hacia Groelandia desde la capital de Islandia para que el turista negro pueda ver con sus propios ojos Warming Island, la isla del calentamiento. Por una cifra que oscila entre los 5.000 y 7.000 dólares, incluyendo travesía, comidas y conferencias, se puede asistir en primera fila a los efectos directos del calentamiento global del plantea, la que dicen que es la antesala del fin del mundo. Sólo faltan las palomitas. Esta isla en realidad es un fragmento de tierra que se separó en dos (antes estaba unido por una capa de hielo), y que ahora se encuentra aislado a 640 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Las gafas de sol son imprescindibles.
A menudo los turistas se hacinan en un resort, un spa o un hotel con toda clase de comodidades situado en el Caribe, aunque realmente sea una recreación del Caribe, pues todos ellos están aislados y alejados de los lugares donde abunda la miseria. Estas recreaciones idílicas del Caribe suelen ser tremendamente aburridas para algunos, así que se están empezando a implantar visitas guiadas fuera del complejo para poder ver de primera mano cómo vive la gente de a pie; con todos los riesgos que ello conlleva, tanto de conciencia como físicos. Lo mismo ocurre en Río de Janeiro, donde es posible contratar una Favela Tour o un Geeptour. Sí, cuesta imaginar qué turista pudiente podría desear perderse por la jungla de favelas donde impera la ley del más fuerte, pero lo cierto es que tiene su público: cuando saltar en paracaídas o escalar el Everest ya no provoca la dosis de adrenalina esperada, uno siempre puede jugarse el pellejo en las favelas, experimentando con los cinco sentidos la violencia, la marginación, el tráfico de drogas y la depravación sexual.
Por 60 dólares tienes derecho a un recorrido de dos horas por la favela de Rocinha, de 200.000 habitantes. Marcelo Armostrong, propietario de Favela Tour, afirma que ya hace 11 años que realiza estos recorridos y ningún turista ha sufrido percance alguno.
Los que, por otro lado, viajan a los enclaves turísticos de la India, también tienen la alternativa de ser acompañados por un guía durante unas horas por las calles donde deambulan los niños sin techo. Pero a los que de verdad les apetece sentir oleadas de adrenalina, tal y como las sentirán los delincuentes, le basta con apoquinar 200 pesos para sentirse por un día como inmigrantes ilegales. La experiencia, obviamente, no es auténtica, pues los turistas es probable que posean todos sus papeles en regla y no tengan ningún problema en cruzar la frontera de México. Pero el actor que se contrata y que hace de jefe del grupo, se encargará de haceros creer que la experiencia es auténtica, gritando ¡Corre, Corre! cada cierto tiempo. Cuando os canséis de correr, entonces podréis visitar empresas donde trabajar inmigrantes o un refugio de inmigrantes para escuchar relatos de miseria de viva voz. El viaje se llama Frontera México-EU y cuesta 750 dólares.
La última moda, sin embargo, es el narcoturismo. Imaginad que planeáis un viaje de placer a Colombia. Contratáis a un guía para visitar la Ciudad Perdida, una antigua ciudadela construida casi en lo más alto de Sierra Nevada de Santa Marta, a tres días de agotador camino por una selva espesa rebosante de bichos y animales poco hospitalarios. Vais tirando fotografías al impresionante paisaje natural, incluso filmando pequeñas películas de video que luego enseñaréis (para su desgracia) a familiares y amigos.
Y de repente, la cámara empieza a inmortalizar varias plantaciones de coca. El guía turístico, entonces os muestra en qué consiste y cómo funciona un laboratorio de procesamiento de coca en plena jungla. Tal vez vosotros os hubierais conformado con la Ciudad Perdida y esto realmente no hubiese pasado. Pero no fue así en el caso de dos turistas, John MacDonald y su compañera Wendy, que al regreso de aquel viaje fueron entrevistados por el Daily Telegraph para que narraran con todo lujo de detalles en qué consistía en narcoturismo. En su viaje incluso pudieron ver en directo cómo se fabricaba la droga. Arrojan las hojas en un gran agujero, luego pasan una especie de cortacésped de mano y al final las aplastan, escribió Wendy en su blog. Más adelante empiezan a agregar un montón de ingredientes desagradables, como petróleo, y también ácido sulfúrico, y después de mucho mezclar y filtrar sale una pasta que es lo que se conoce como la base de la cocaína.
Estos narcoturistas no son los únicos, a unos 300 kilómetros al sur de Bogotá ya han sido detenidos 5 estadounidenses por participar en un narcotour.
Sin tantos riesgos, Medellín Experience es una empresa de viajes con sede en la ciudad del capo colombiano Pablo Escobar que, entre sus paquetes turísticos, incluye uno que consiste en una visita a la casa donde nació el Escobar o la cárcel donde estuvo preso. Por unos 100 euros podéis ver y tocar lo que vio y tocó en su día el narcotraficante más famoso del lugar.
También hay turismo negro mucho más tranquilo, y con mayores dosis de sexo, como os explicaré en la tercera y última entrega de esta serie de artículos.
Ver 4 comentarios