Para quienes todavía dudan de cuán diametralmente opuestas son superstición y ciencia, vale la pena leer la siguiente reflexión del profesor de filosofía y director del Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Tufts, Daniel C. Dennett, autor de libros tan iluminadores como Romper el hechizo:
¿Venero yo la medicina moderna? ¿La ciencia es mi religión? No en lo absoluto; no hay ningún aspecto de la medicina moderna o de la ciencia que estuviera dispuesto a eximir del más riguroso escrutinio, y puedo identificar fácilmente una gran cantidad de problemas serios que todavía necesitan ser resueltos. Eso es fácil de hacer, por supuesto, pues los mundos de la medicina y la ciencia están ya de lleno involucrados en las más obsesivas, intensivas y humildes autoevaluaciones hasta ahora conocidas para las instituciones humanas, y regularmente hacen públicas el resultado de estos autoexamenes. Mas aun, esta incondicional crítica racional, imperfecta como es, es el secreto del sorprendente éxito de estas empresas humanas. Hay mejoras medibles cada día.
Una cosa en particular me sorprendió cuando comparé el mundo médico del cual mi vida ahora dependía con las instituciones religiosas que he estado estudiando tan intensamente en los años recientes. Uno de los temas más dulces y consoladores que se pueden encontrar en cualquier religión (hasta donde yo sé) es la idea de que lo que realmente importa es lo que está en tu corazón: si tienes buenas intenciones, y estas tratando de hacer lo que (Dios dice) es correcto, eso es lo mas que se puede pedir. No es así con la medicina! Si estas mal (especialmente si deberías haber sabido mejor) tus buenas intenciones sirven de casi nada. Y mientras que dar saltos de fe sin mayor escrutinio de las propias opciones es frecuentemente celebrado por las religiones, es considerado un gran pecado por la medicina. Un doctor cuya devota fe en sus revelaciones personales sobre como tratar un aneurismo aórtico lo condujo a hacer pruebas no verificadas en pacientes humanos sería severamente reprendido si no es que expulsado totalmente de la medicina. Hay excepciones, por supuesto. Unos cuantos pioneros aventureros y dispuestos a tomar riesgos son tolerados y (si prueban estar en lo correcto) eventualmente honorados, pero pueden existir solamente como excepciones raras al ideal del investigador metódico que escrupulosamente descarta teorías alternativas antes de poner la suya en practica. La buenas intenciones y la inspiración simplemente no son suficientes.
En otras palabras, mientras que quizas muchas religiones sirvan un proposito benefico al dejar que mucha gente se sienta a gusto con el nivel de moralidad que ellos mismos pueden obtener, ninguna religion sujeta a sus miembros a los altos estandares de responsabilidad moral con los que el mundo secular de la ciencia y la medicina se juzga a si mismo!
El satírico escritor de ciencia ficción Douglas Adams (autor de obras como Guía del autoestopista galáctico) se autoproclamó como ateo radical a fin de diferenciarse claramente de los agnósticos. Sin embargo, Adams no siempre lo había sido. A continuación explica cómo fue su conversión, primero al agnosticismo y finalmente al ateísmo radical:
Y yo pensé y pensé y pensé. Pero eso no bastaba, por lo que realmente no llegaba a ninguna conclusión. Estaba extremadamente dudoso acerca de la idea de Dios, pero no tenía suficientes conocimientos sobre algo que me supusiera un buen modelo de trabajo para explicar la vida, el universo y todo lo que contiene. Pero me mantuve firme y continué leyendo y continué pensando. En algún momento al principio de mi treintena me topé con la biología evolutiva, particularmente en la forma de los libros de Richard Dawkins El gen egoísta y luego El relojero ciego, y de repente (cuando estaba leyendo por segunda vez El gen egoísta) todo encajó en su lugar. Era un concepto de una simplicidad alucinante, pero que daba paso, naturalmente, a toda la infinita y enigmática complejidad de la vida. El asombro que me inspiró me hizo asombrarme de que las personas que hablan con respeto de la experiencia religiosa parecen francamente tontos a su lado. He preferido el asombro del entendimiento frente al asombro de la ignorancia.
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