Quienes, en vez de asumir sus lagunas de ignorancia, levantar los hombros y admitir "no lo sé", se afanan en dar explicación a todo para reducir su nivel de incómoda incertidumbre, acostumbran a llenar tales lagunas con explicaciones mitológicas o echando mano de algún descubrimiento de difícil comprensión.
Esta tendencia ha propiciado que, por ejemplo, se use el término "cuántica" para dotar de sentido lo que se ignora o proporcionar explicaciones más emocionalmente satisfactorias a fenómenos naturales. En el pasado, el concepto de moda para explicarlo todo fue la recién descubierta cuarta dimensión.
La 4º dimensión
En el siglo XVII, el matemático inglés John Wallis reconocía la posibilidad algebraica de las dimensiones adicionales y las tildó como "un monstruo de la naturaleza, menos posibles que una quimera o un centauro".
Con todo, la cuarta dimensión no tardaría en aparecer entre los matemáticos, como August Möbius, cuya famosa "cinta" era una superficie bidimensional que hacía un giro por la tercera dimensión, y Felix Klein, cuya "botella" infinita implicaba una cuarta.
En 1888, Charles Howard Hinton, yerno de George Boole, inventó el término "teseracto" para designar el equivalente tetradimensional del cubo. En su libro Una nueva era del pensamiento, sugería ya que la cuarta dimensión daría respuesta al misterio de la conciencia: "Puede que esas moléculas cerebrales tengan el poder del movimiento en cuatro dimensiones y que puedan seguir movimientos tetradimensionales y formar estructuras tetradimensionales".
Tal y como abunda en ello James Gleick en su libro Viajar en el tiempo, a propósito del éxito de la cuarta dimensión para tapar agujeros intelectuales:
Durante un tiempo, en la Inglaterra victoriana la cuarta dimensión funcionó como un recuerso para todo, un escondrijo de lo misterioso, lo oculto, lo espiritual, de cualquier cosa que pareciera acechar fuera de la visa. El cielo podría estar en la cuarta dimensión; al fin y al cabo, los telescopios de los astrónomos no lo encontraban ahí arriba. La cuarta dimensión era el compartimento secreto de los fantasiosos y los ocultistas.
Rizó el rizo William Stead, un periodista sensacionalista que había dirigido la Pall Mall Gazette. Diecinueve años de morir en el hundimiento del Titanic, en 1893 declararía que la cuarta dimensión podía expresarse con fórmulas matemáticas y se podía imaginar, con mucha imaginación, pero que no se podía ver. Decía que la cuarta dimensión, en definitiva, era un lugar "del que vislumbramos algo de vez en cuando en aquellos fenómenos que son del todo inexplicables por cualquier ley del espacio tridimensional". Pues eso. El Dios de los vacíos.
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