El tesoro profundo, muy profundo de la Isla del Roble (I)

El tesoro profundo, muy profundo de la Isla del Roble (I)
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Quien más o quien menos ha leído La isla del tesoro, del escocés Robert Louis Stevenson, una adictiva novela de aventuras publicada por primera vez por entregas en la revista infantil Young Folks, entre 1881 y 1882. Y quien no haya leído la novela, habrá visto alguna de sus adaptaciones cinematográficas. O habrá leído alguno de los cómics que ha inspirado. O al menos habrá oído hablar de ella.

Para quien no tenga la menor idea de lo que estoy hablando, sin embargo, ahí va un resumen del argumento: un mapa cuya X marca el tesoro y un grupo de piratas que parten en su busca. El arranque más esencial de la aventura. Y es que ¿quién no ha soñado alguna vez con buscar un tesoro?

La escena que más recuerdo del cine de mi infancia corresponde a Los Goonies. Cuando los protagonistas, trajinando en el desván de la casa de uno de ellos, encuentran por casualidad, oculto en el interior del marco de un diploma, un mapa del tesoro que pertenece a un pirata llamada Willy El Tuerto. Cuando veraneaba en un camping de la Costa Dorada, uno de los juegos que más nos divertía consistía en que uno de nosotros confeccionaba un mapa del camping y de las inmediaciones, y en él marcaba una X que correspondía con el lugar donde había enterrado algún pequeño tesoro del tipo una bolsa de canicas o el palo premiado de un polo (el premio consistía en otro polo gratis). Para añadir verosimilitud a la aventura, el propietario del tesoro nos entregaba el mapa previamente arrugado y restregado por el suelo, a fin de que éste adquiriera esa patina legendaria que acompaña a los mapas de verdad.

Hoy en día, ya de adultos, cuando una bolsa de canicas que no es capaz de conmovernos, creemos que los tesoros ya no existen. Y mucho menos los mapas con una X. Pero lo cierto es que existen. Aunque no sean como los esperamos, de alguna forma son tesoros que han sido concienzudamente ocultados por quienes, como el tío Gilito, no querían compartir con nadie su fortuna.

Uno de estos tesoros que aún sobreviven al mundo adulto es el que se esconde en las entrañas de la Isla del Roble (Oak Island), en la costa atlántica de Canadá.

Enterrando el tesoro

Como el protagonista de La isla del tesoro, Daniel McGinnis era muy joven cuando llegó a la Isla del Roble, una extensión de tierra de apenas 5 kilómetros cuadrados situada en Nueva Escocia. Bueno, en realidad, pese al nombre, la Isla del Roble no es una isla sino un istmo. Se llamó tradicionalmente isla porque, vista desde el mar, es lo que parece. Pero uno podría llegar a ella andando tranquilamente desde tierra firme. Por eso no ha de extrañarnos la juventud de Daniel. Tenía sólo 16 años. El año era 1795.

También como el protagonista de La isla del tesoro, Daniel era un entusiasta de los relatos de piratas. Es por ello que al toparse con una depresión circular de tierra removida, se detuvo a investigar. Cuando observó que el árbol que crecía junto a la depresión presentaba unas ramas llenas de rozaduras, como si se hubieran usado para ajustar una polea, y también restos podridos de aparejos de un barco, Daniel tuvo el pálpito de que allí abajo podría haber algo interesante.

Junto a sus amigos, John Smith y Anthony Vaughan, empezó entonces a cavar en el misterioso agujero. Al poco tiempo, les asaltó otro hallazgo. Sólo habían cavado unos 60 centímetros y el pico golpeó una especie de capa de losas que cubría una fosa. Rompieron las losas y continuaron cavando.

A 3 metros, otro obstáculo: una capa de troncos de roble. Se deshicieron de los troncos, no con pocos esfuerzos, y continuaron profundizando en el agujero, presos de la sensación de que se estaban aproximando a algo muy valioso. ¿Por qué, entonces, alguien iba a tomarse la molestia de interponer aquellos obstáculos?

A los 9 metros, todo un logro para tres adolescentes, otro estrato de troncos dispuesto para desalentar su búsqueda. En esta ocasión, era demasiada la profundidad para conseguir apartar todos aquellos troncos que obraban como la puerta a un templo lleno de tesoros inimaginables. De modo que se rindieron, pero sólo eventualmente. Algún día regresarían mejor preparados, y con refuerzos.

Pero eso os lo explicaré en la próxima entrega de esta serie de artículos sobre el tesoro de la Isla del Roble

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