Un episodio de sonambulismo, por lo general, apenas dura unos minutos. Y normalmente, el sonámbulo regresa a la cama por sí solo, sin recordar nada. A pesar de que da miedo pensar en algo así, el fenómeno no es especialmente infrecuente: se calcula que uno de cada tres niños ha sufrido al menos uno de estos episodios entre los cinco y los doce años (a medida que nos hacemos mayores, resulta un fenómeno menos habitual).
Cuando un sonámbulo está por casa paseando, si el episodio se torna demasiado largo, puede resultar un poco peligroso porque puede tropezarse o tocar algo que no debería tocar, por ejemplo.
Así que lo peligroso de los sonámbulos es precisamente no despertarlos (evidentemente, hay que hacerlo con suavidad, para que no se asusten demasiado). Pero lo contrario, no despertarlos, no es en absoluto una ventaja: al despertar, el sonámbulo no sufrirá un ataque al corazón, ni un brote de paranoia, o cualquier otra cosa espantosa que suele decirse con respecto a los sonámbulos.
Así que, de existir algún peligro con los sonámbulos, éste pasa precisamente por no despertarlo, no al contrario.
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