Que la grafología tiene el mismo sostén científico que la astrología, es decir, validez nula, tal y como sugieren los estudios al respecto o afirman instituciones como la Sociedad Británica de Psicología (podéis leer más sobre ello en ¿Por qué grafología es un fraude y qué otra alternativa hay para saber algo sobre el autor de un texto?).
Sin embargo, al menos podría servir para descubrir si el autor de un texto es un hombre o una mujer. O si tiene tendencias suicidas.
Es lo que sugiere una investigación publicada en el International Journal of Clinical Practice en 2010, en la que se llevó a cabo el análisis grafológico de cuarenta personas que habían intentado suicidarse, comparándolo con el análisis de un grupo de control que no lo había intentado.
Los resultados identificaron claramente al “grupo de riesgo”. No obstante, tampoco es una investigación para lanzar confeti, tanto por lo reducido de la muestra como por la cantidad de variables que quizá no se tienen en cuenta.
A pesar de todo, miles de empresas emplean regularmente tests grafológicos no ya para detectar tendencias suicidas sino para seleccionar a sus posibles empleados. Sin embargo, un buen porcentaje de estas empresas probablemente emplean estos tests para ocultar una posible discriminación ilegal en función de la edad, el género, la raza o la religión del candidato.
En Estados Unidos, por ejemplo, es ilegal usar la grafología en procesos de selección de personal, para evitar este escamoteo.
No debe confundirse grafología con el peritaje caligráfico, una disciplina utilizada en criminología con el propósito de comparar escritos y determinar, por ejemplo, si un documento fue firmado por la persona que se supone que lo hizo.
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