El pensamiento que alimenta las pseudociencias es primitivo y rudimentario. Sin embargo, no es necesario construirse una supermente para advertir que el sustento de las pseudociencias es, cuando menos, endeble. La prueba de ello es que una simple niña (probablemente bien educada: es decir, alejada de dogmas y empujada al pensamiento crítico) consiguió dejar en evidencia una pseudociencia respaldada por millones de personas con un experimento escolar.
La pseudociencia en cuestión es el llamado Toque Terapéutico, una de las técnicas “holistas” de enfermería más practicadas, a pesar de su tufo a misticismo y curandería. Por ello sorprende que el Toque Terapéutico se enseñe en más de 80 centros de formación y escuelas universitarias de enfermería, en más de 70 países. Se lleva a cabo en más de 80 hospitales de Norteamérica. Las asociaciones estadounidenses de enfermería más importantes lo promueven. Su inventora asegura haber formado a más de 47.000 terapeutas durante 20 años. Se han publicado al menos 245 libros o disertaciones en cuyo título, palabra clave o índice se incluyen las palabras “Toque Terapéutico”.
Cualquier persona desinformada, pues, podría plantearse que el Toque Terapéutico debe de tener algo de verdad. Pero lo cierto es que no lo tiene. Es más: lo cierto es que sus fundamentos son tan ridículos que producirían hilaridad si la práctica no estuviera tan enquistada en la sociedad.
Su descubridora fue Dolores Krieger, una profesora de enfermería de la Universidad de Nueva York a principios de la década de 1970, en colaboración con Dora Kunz, popular clarividente y futura presidenta de la Sociedad Teosófica en EEUU (una organización místico-religiosa fundada en 1875 por la renombrada parapsicóloga Helena Petrovna Blavatsky).
La propia Krieger define así el Toque Terapéutico en uno de sus libros:
El Toque Terapéutico deriva de (pero no es lo mismo que) el antiguo arte de la imposición de manos. (…) El Toque Terapéutico no se basa en ninguna religión; es un acto consciente e intencional; se basa en investigaciones y descubrimientos, y no requiere una declaración de fe por parte del paciente para que sea efectivo. (…) En el Toque Terapéutico, el sanador dirige y modula el campo energético del individuo utilizando el sentido del tacto como un telerreceptor.
Como imaginaréis, no existen instrumentos para medir el campo energético humano. De hecho, ni siquiera se especifica la naturaleza de ese campo. Krieger sólo señala que no es un campo meramente electromagnético, sino un complejo de muchos campos entrelazados, cuyas propiedades se interrelacionan dinámicamente para dar lugar a un modelo que reconocemos como naturaleza humana. También habla de chakras, y cosas parecidas.
Es decir, pura hojarasca. Y, sin embargo, algunos profesionales de la enfermería, a los que suponemos cierto crédito intelectual, se toman en serio el Toque Terapéutico. Por ejemplo, en 1999, el Colegio Estadounidense de Enfermeras y Comadronas dedicó un número especial de su revista oficial, Journal of Nurse-Midwifery, a “las energías alternativas y complementarias para la salud femenina.” Uno de los artículos examinaba la teoría y práctica del Toque Terapéutico.
Dejando de lado que los supuestos del Toque Terapéutico desafían ingentes cantidades de conocimiento científico acumulado, lo cierto es que bastaba llevar a cabo un experimento mínimamente riguroso sobre su eficacia para determinar que, además, el Toque Terapéutico no sirve para nada.
Tan sencillo es el experimento necesario para ello que lo realizó una niña de 9 años como trabajo para su asignatura de ciencias de cuarto curso. Pero eso os lo explicaré en la próxima entrega de este artículo sobre el Toque Terapéutico.
Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal
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