A menudo se pueden leer artículos que ponen de manifiesto las debilidades y perjuicios que originan las pseudociencias en el progreso científico e intelectual y, por extensión, en la sociedad. Pero ¿y la religión? ¿También podríamos incluirla en la lista de las pseudociencias?
A juicio del físico Alan Sokal, el Papa es líder un culto psedocientífico. Y, aunque esta catalogación pueda resultar exagerada u ofensiva, lo cierto es que se cumple si atendemos a los fundamentos epistemológicos de las creencias que esgrimen. En ese sentido, la Puerta del Cielo (grupo que creía que una nave espacial se desplazaba junto al cometa Hale-Bopp y que ésta transportaría sus almas liberadas al cielo), los dioses del Olimpo o las religiones más populares en la actualidad no difieren en estos fundamentos.
Lo que sucede es que los seguidores de la Puerta del Cielo son escasos y socialmente marginales, y los creyentes en los dioses griegos están muertos desde hace mucho tiempo. Pero el Judaísmo, el cristianismo, el Islam y el hinduismo cuentan con millones de seguidores en todo el mundo. Y además poseen poder político, económico y social en muchos países.
A consecuencia de ello, la discusión franca del estatuto epistemológico de las religiones dominantes suele considerarse de mal gusto en el mejor de los casos, blasfema en el peor. Con todo, incluir estas religiones en una discusión sobre pseudociencia no es en modo alguno “agresivo”; es simplemente rechazar el doble rasero que impone un trato de favor hacia algunas pseudociencias por encima de otras. De hecho, una explicación sin prejuicios mostraría probablemente que el cristianismo, el Islam y el hinduismo son las pseudociencias más extensamente practicadas hoy en día en el mundo; mucho más que la homeopatía y la astrología.
Naturalmente, esta discusión nada tiene que ver con los beneficios psicológicos o sociales que las religiones proporcionan en las personas. Ni tampoco sobre el respeto que podemos ofrecer a los practicantes de estas religiones. La discusión se funda en el sostén de sus afirmaciones, que resulta tan endeble como el de las pseudociencias.
Revisemos los puntos que definen las pseudociencias para comprobar si las religiones tradicionales encajan en ellos:
-Realiza afirmaciones sobre fenómenos reales o supuestos, o sobre relaciones causales reales o supuestas, que la ciencia dominante considera justificadamente inverosímiles.
-Pretende apoyar dichas afirmaciones en argumentaciones o datos que no cumplen los requisitos lógicos y empíricos de la ciencia dominante.
-Muchas veces (aunque no siempre), la pseudociencia presume de ser científica, e incluso vincula sus afirmaciones con la ciencia genuina, en particular, con los descubrimientos de vanguardia.
-No se refiere a una creencia aislada, sino a un sistema complejo y lógicamente congruente que “explica” una amplia variedad de fenómenos (o supuestos fenómenos).
-Los profesionales pasan por un proceso largo de formación y acreditación.
¿Se cumplen estos puntos? Es evidente que sí (sobre todo los tres primeros puntos), como desarrollaré en la siguiente entrega de este artículo.
Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal
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