Pitágoras, nacido alrededor del año 560 a. C, en la isla de Samos, sobre todo recordado por su teorema sobre los tres lados de un triángulo, abrigó ideas ciertamente extrañas. Bien, en realidad abrigó dos clases de ideas extrañas: las que eran extrañas para la época por su espectacular avance y las que eran netamente disparatadas, tanto antes como ahora.
De entre estas últimas, caben destacar un par que concluyen que Pitágoras, a pesar de su genio, era un hijo de su tiempo. La primera es que prohibió a sus seguidores comer judías. La razón de ello no es que estuviera en contra de los vegetarianos o que amara la carne por encima de todas las cosas, sino que el bueno de Pitágoras creía que si se enterraba una judía durante 40 días cubriéndola con estiércol, entonces ésta adoptaría una forma humana.
Así pues, para Pitágoras, zamparse una judía era algo parecido a zamparse una vida humana potencial. Y un plato de judías al vapor sería la pesadilla para un anti-abortista.
Su otra idea disparatada es que creía en la transmigración de las almas. O sea, que el alma de un hombre bien podría haber tenido una existencia anterior habitando el cuerpo de, no sé, una rana. ¿O quizá de una judía?
A pesar de todas estas idas de olla, al menos Pitágoras era un genio en matemáticas y astronomía. Fue él el que hizo de las matemáticas un sistema lógico unificado, en vez de un conjunto de reglas para casos especiales.
Y también tuvo otra idea extraña que, sin embargo, dio en el clavo. Por aquél entonces nadie creía que la Tierra pudiera ser redonda, pero él sí. Por ejemplo, Homero creía que era un disco convexo, rodeado por un río. Y algunos contemporáneos creyeron que tenía forma de plato, que se apoyaba en cuatro elefantes de pie sobre una tortuga, sí, como el Mundodisco de Terry Pratchett.
Pitágoras, sin embargo, propuso que la Tierra era un globo suspendido en el espacio. Que sirva eso para intentar olvidar lo de las judías humanoides.
Vía | Historias curiosas de la ciencia de Cyril Aydon
Ver 109 comentarios