Si bien en la Antigua Roma se construyeron los pilares de la medicina moderna, ésta aún estaba entreverada de mitos y supersticiones. Tanto es así que sorprende que eruditos de la época llegaran a creer aspectos tan extravagantes del mundo.
A continuación, algunas de las supersticiones más surrealistas que, desde la Antigua Roma, han llegado hasta nuestros días a través de diversos documentos.
Por ejemplo, las ceremonias romanas tenían un procedimiento tan extremadamente escrupuloso que, tal y como explica Plutarco en Vida de Coriolano, un mismo sacrificio podía llegar a repetirse hasta 30 veces si se pasaba por alto cualquier detalle, por muy insignificante que fuese.
En Historia natural, Plinio señala que las hienas son capaces de imitar la voz humana en medio de los establos de los pastores y aprender el nombre de alguno para, haciéndole salir con su llamada, despedazarlo. También señala la creencia de que si uno se pone la lengua de una hiena entre la planta del piel y la suela del zapato, no le ladrará ningún perro.
En el balneario de Bath, al sur de Inglaterra, también se han encontrado más de cien maldiciones escritas en tablillas de plomo, como ésta, que destila muy mala baba:
Maldito sea el que me ha robado mi cuenco de bronce. Lo pongo en manos del templo de Sul, sea hombre o mujer, libre o esclavo, niño o niña, y que la sangre de quien lo haya hecho caiga en el cuenco. Encomiendo a la diosa que encuentre a ese ladrón, sea hombre o mujer, libre o esclavo, niño o niña.
Los propios sacerdotes también eran víctimas de normas absurdas basadas en supersticiones, tal y como explica J. C. McKeown en su libro Gabinete de curiosidades romanas:
Aunque el flamen dial (flamen dialis), el principal sacerdote de Júpiter, gozaba de muchos privilegios, estaba sometido también a muchas restricciones, y los propios romanos desconocían el significado de algunas de ellas. Por ejemplo, no podía ausentarse de Roma por la noche, montar a caballo, tocar perros, cabras, habas o hiedra, ni siquiera pronunciar su nombre, ni permanecer desnudo al aire libre.
Penes afortunados
También se han conservado objetos físicos que ponen en evidencia algunas supersticiones romanas. En ese sentido, los penes o falos tuvieron un gran peso místico. Por ejemplo, en la esquina de una calle de Leptis Magna, en Libia, hallamos esculpido un pene con patas: su finalidad era alejar a los malos espíritus.
También es el caso de un juego de campanillas multifálico que en el pasado colgó del techo de una casa de Pompeya como amuleto para la para suerte.
Contra la astrología
Al menos, algunos personajes impusieron un poco de cordura. Es el caso de Cicerón, que en Sobre la adivinación, escribe a propósito de ella en estos términos:
Cada día tenemos más pruebas de que la astrología es inútil. ¡Cuantísimas predicciones recuerdo yo que hicieron los astrólogos de Pompeyo, a Craso y al propio César! ¡Que ninguno de ellos iba a morir sino a su vejez, en su casa, rodeados de gloria…! De manera que me parece admirable que todavía hoy crea alguien en aquellas personas cuyas predicciones ve que está refutando a diario la realidad de los acontecimientos.
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