Hay veces, en la vida cotidiana, que uno siendo Físico prefiere cerrar el pico. Supongo que pasará lo mismo con el resto de ciencias, y en general con todo aquella persona que se dedique a menesteres muy alejados de la experiencia que el resto de seres humanos viven en su día a día.
Sin embargo, hay ocasiones en que no te puedes aguantar. A mi me pasaba a menudo, aunque la edad cada vez me enseña más a dejar de ser un bocazas.
Y, ¿qué pasa cuando no te resistes? Pues, normalmente, te encuentras rodeado de ojos como platos. Incluso en ocasiones, tu intervención es recibida con comentarios irónicos del estilo «¿ves? Lo mismo que yo estaba diciendo».
Y es que la mayoría de la gente no está preparada para frases del estilo: «no, si abres la ventana, el frío no va a entrar, porque no es un ente Físico. Lo que ocurriría es que pondrías en contacto térmico el aire interior y el exterior, por lo que se producirá un intercambio de calor hasta que la temperatura de ambos se iguale. Pero como la masa de aire exterior es mucho mayor, el equilibrio significará que la temperatura interior se iguale prácticamente con la exterior. Así que lo correcto sería decir “no abras la ventana, que nos pones en contacto con un baño térmico a una temperatura desagradable”».
En definitiva, uno acaba por preferir hacer un mutis y evitar convertirse en lo que un amigo mío llama repelente niño Vicente.
Sin embargo, hacer divulgación es, en principio, diferente. Porque eso ya no es una intervención espontánea, sin invitación. Quien consume divulgación científica lo hace por propia voluntad, porque le interesa.
Yo, personalmente, siempre he pensado que hacer divulgación es obligación de la comunidad científica. Quizá es por eso que llevo siete años y medio haciendo divulgación en varios niveles, y dirigiendo una de las páginas especializadas en Física con más visitas en la lengua de Cervantes (modestia a parte).
Es cierto que los libros de texto están ahí, y cualquiera puede acercarse a una biblioteca para leerlos. Pero la mayor parte de la gente se asusta sólo al hojearlos. Recuerdo, por ejemplo, cuando a mi hermana le dio por hojear el Peskin que tenía en mi habitación.
¿Qué porcentaje de la población mundial es capaz de entender libros en que más de la mitad de la tinta está en ecuaciones matemáticas kilométricas, y diagramas que requieren 16 artículos para ser explicados con cierto detalles?
La respuesta corta es: poca gente, muy poca.
La respuesta larga es: todo el mundo, con años de dedicación. La ciencia no es intrínsecamente que la mayoría de actividades humanas. De hecho, está 100% realizada por seres humanos, no hay motivo lógico por el que deba quedar fuera del alcance de la mayoría.
Sin embargo, también es cierto que hace quinientos años podríamos hacer un argumento similar hablando de leer y escribir. Por aquél entonces, la comunicación escrita estaba tan restringida como hoy en día la comprensión de la relatividad general. O puede que incluso más.
Quizá en el futuro lejano los conocimientos científicos formen parte del currículo de la enseñanza obligatoria que todos los ciudadanos recibirán. No es una idea nueva, en la ciencia ficción se ven cosas así a menudo. El más claro ejemplo, Star Trek, si dos tripulantes cualesquiera del Enterprise se quedan aislados en un planeta a punto de explotar, serán capaces de sacarse de la manga el instrumento preciso con apenas cuatro materiales que encuentren por ahí.
No obstante, con este planteamiento, hoy en día y hasta que llegue esa utopía, el conocimiento científico parece quedar restringido a una elite de personas dispuestas a dedicar (parte de) su vida a ese campo.
Si eso fuera así, ¿el conocimiento científico sería un bien para toda la humanidad? Bueno, en parte sí. La ciencia, al cabo del tiempo, suele comportar avances que nos acaban llegando a todos. Repito, al cabo del tiempo.
No obstante, si la ciencia representa el conocimiento del mundo, obtenido de la forma que más garantías proporciona de acercarse a la verdad (suponiendo que ésta exista), entonces quedarse únicamente con los inventos derivados de la aplicación de la ciencia parece prácticamente confortarse con un sub-producto.
Sin duda, existe una gran cantidad de gente con interés por conocer el funcionamiento del mundo, pero no hasta el punto de dedicar su vida. Y, para toda esa gente, los científicos y técnicos tenemos la obligación de compartir tan bien como sea posible el conocimiento.
Fotos | xornalcerto, edans, brunosan
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