En octubre de 1997, un grupo de personas acudieron a la Universidad de Oregón para asistir a un concierto. En él escucharía tres piezas musicales a piano. Todos tenían que determinar qué pieza musical era la mejor, la más auténtica.
La primera era una pieza poco conocida compuesta por Johann Sebastian Bach. La segunda había sido compuesta imitando el estilo de Bach. La tercera era obra de un algoritmo diseñado para imitar el estilo de Bach. ¿Os imagináis cuál sonó más auténtica?
Imitando la música
Decía Pablo Picasso que los buenos artistas copia, pero los grandes roban. En ese sentido, el algoritmo que imitaba a Bach era un gran artista. Porque su forma de copiar era perfecta, asimilaba el alma de Bach... hasta el punto de que confundió al público asistente.
A la hora de adivinar cuál era cuál, el público, en su mayoría, votó que música genuina de Bach era la del algoritmo. La que recibió peores valoraciones fue la copia humana. Y eso que el músico humano que había interpretado aquella copia era Steve Larson, un profesor de música de la Universidad de Oregón que admiraba profundamente a Bach.
Quien quedó más desconcertado fue Douglas R. Hofstadter (sí, el autor del célebre libro Gödel, Escher, Bach que ganó el Pulitzer), porque además de haber sido el científico cognitivo que había organizado aquel concierto, en su libro había dejado por escrito esto:
La música es un lenguaje de emociones, y en tanto los programas no alberguen emociones tan complejas como las nuestras, no hay forma de que un programa pueda escribir algo hermoso... Pensar que podríamos ordenar a una "caja de música" programada que produjera piezas que podría haber escrito Bach constituye una tergiversación grotesca y vergonzosa de la profundidad del espíritu humano.
David Cope es profesor de musicología en la Universidad de California en Santa Cruz. También es una de las figuras más polémicas del mundo de la música clásica. Cope ha elaborado programas que componen conciertos, corales, sinfonías y óperas. Su primera creación se llamó EMI (Experimentos en Inteligencia Musical), especializada en emitar el estilo de Johann Sebastian Bach. Le llevó 7 años crear el programa, pero cuando el trabajo estuvo hecho, EMI compuso 5.000 corales al estilo de Bach en un solo día.
Si un algoritmo es capaz de crear una composición musical original que suena exactamente igual que el propio Bach, eso nos tiene que hacer reflexionar sobre algunas cosas. Como por ejemplo que quizá eso que llamamos creatividad humana no es más que un conjunto de reglas bastante simple que se basa en copiar y recombinar lo ya existente. También que la mayoría de nosotros no somos capaces de componer como lo hacía Bach.
Cuando Will Smith preguntaba a un robot, en la película Yo, robot, «¿Puede un robot escribir una sinfonía o convertir un lienzo en una hermosa obra de arte?», la réplica que recibió por parte del robot fue «¿Lo puedes hacer tú?». En pocos años, es probable que la respuesta del robot sea sí. O, al menos, la mayor parte de la gente será incapaz de deducir qué obra de arte está concebida por un humano y cuál por un algoritmo.