Afortunadamente no somos esclavos de nuestros sentidos: alucinar es conveniente para sobrevivir

Afortunadamente no somos esclavos de nuestros sentidos: alucinar es conveniente para sobrevivir
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Para que sobrevivamos poco importa que nuestros sentidos sean capaces de registrar toda la realidad. Lo importante es que el modelo de realidad que genera nuestro cerebro nos funcione en la vida cotidiana. Las lagunas ya las rellenaremos con fantasías.

En este sentido, percibir la realidad o imaginármela no es tan diferente cómo parece. Cuando vemos una cara se activa la misma área cerebral que cuando la imaginamos. Entonces ¿cómo sabe el cerebro que estoy viendo una cara realmente y cuánto la estoy imaginando?

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Este problema es aplicable a cualquier cosa de ahí afuera, no sólo a las caras.

Las alucinaciones han acompañado al ser humano desde siempre. Sin embargo, posee un sistema ajustado de modo que las señales sensoriales dominen siempre nuestra experiencia no es lo más acertado.

Las señales sensoriales son demasiado poco fiables. Pero lo más importante es que este predominio nos volvería esclavos de los sentidos. Igual que le pasa a una mariposa, nuestra atención saltaría continuamente de una atracción a otra. Una esclavitud así de los sentidos puede producirse a veces a raíz de una lesión cerebral.

Los pacientes que sufren una lesión en la parte frontal del cerebro que les obliga a dejarse guiar por sus sentidos, viven una vida muy complicada. Por ejemplo, actúan irremediablemente sobre todo lo que perciben. Se pueden poner unas gafas, pero si ven otras gafas, entonces también se las pondrán. Si ven un vaso, deben beberse el contenido. Si ven un lápiz, deben hacer garabatos con él.

François Lhermitte fue el primero en describir esta extraña conducta:

El paciente (…) vino a verme a mi apartamento (…). Regresamos al dormitorio. La colcha había sido retirada y la sábana de arriba doblada en la forma habitual. Cuando el paciente lo vio, inmediatamente empezó a desnudarse (incluida la peluca). Se metió en la cama, se subió la sábana hasta el cuello y se dispuso a dormirse.

Mediante el uso controlado de la fantasía, el cerebro escamotea la tiranía del entorno.

Vía | Descubriendo el poder de la mente de Chris Frith

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