Las expectativas que nos hacemos antes de probar un alimento resultan fundamentales a la hora de experimentar un sabor de una forma u otra. Y eso es particularmente curioso cuando vamos a probar algo que creemos que va a ser dulce al paladar.
Por ejemplo, si probamos un helado de color rosa estamos predispuestos a creer que será un helado dulce, quizá con sabor a fresa. Ahora imaginemos que el helado es salado. ¿Cómo lo notaremos entonces? Pues mucho más salado de lo normal.
La expectativa del sabor
Martin Yeomans y su equipo de la Universidad de Sussex realizaron precisamente una serie de experimentos con helado salado de color rosado. Antes de darlo a probar a un grupo de personas, sin embargo, lo bautizaron con un nombre que no era "helado de fresa", sino "plato 386".
Tal y como lo explica Charles Spence en su libro Gastrofísica:
Las expectativas creadas por el nombre o la descripción del plato hicieron que los sujetos disfrutaran del helado significativamente más que las personas a las que no se les había dicho nada sobre el plato antes de probarlo. Lo más importante es que dejaron de encontrarlo demasiado salado.
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