Hay ideas de las que nos sentimos tan seguros o estamos tan implicados emocionalmente que no concebimos al discrepante. Otras ideas se nos antoja tan estúpidas que no podemos tolerar a nadie que las esgrima. No importa de qué ideas estemos hablando. Puede ser una idea religiosa, puede ser una adhesión a una ideología política. Incluso puede ser algo que la mayor parte de la gente sostiene.
Esas ideas nos resultan tan repugnantes, tan propias de alguien que ni siquiera podemos considerar un igual, que no es raro que alguien manifieste en Facebook o cualquier otra red social: si piensas eso, ya puedes borrarme como amigo o contacto, me da igual quién seas. Un ejemplo actual: sostener que para opinar sobre la sentencia de La Manada hay que leerse la sentencia es algo que te puede condenar fácilmente al ostracismo.
Comportamiento evolutivamente inmaduro
Mientras más grande sea tu red social, más débiles serán sus vínculos. Las conexiones íntimas generalmente se cuentan en una, tal vez dos manos. El resto son conexiones débiles, donde no hay gran vínculo emocional, de modo que hay menos empatía, y resulta así mucho más fácil borrar a quien nos hace sentir mal por su forma de opinar.
El problema que subyace entonces al debate a través de las redes digitales es que las conexiones suelen ser débiles, de modo que somos más propensos a considerar al otro como alguien ajeno a nuestro clan (que generalmente estará constituido por unas 150 personas, según el número de Dunbar).
El diálogo honesto y el debate puede enriquecer nuestro punto de vista, estemos de acuerdo o no con las opiniones del otro. De este modo, desvincularnos taxativamente de otra persona solo porque sostiene ideas que nos repugnan o nos resultan obviamente erróneas, propias de otro planeta, propicia que vivamos más en una burbuja ideológica. Si vivimos en burbujas demasiado impermeables, sencillamente nos volvemos idiotas, como os expliqué no hace mucho.
Otra cosa es que nos dé pereza, advirtamos que el otro no tiene nada que aportar y demás. En tal caso, no hace falta borrar a nadie de tu existencia, ni pedir que desaparezca de tu vida para siempre. Basta con centrarnos en debatir determinados temas con las personas más adecuadas. Sobre todo si son personas que opinan diferente a nosotros.
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