A menudo decimos aquello de que el tiempo todo lo cura, o que no es para tanto, o que nos acabaremos acostumbrando a ello. Sin embargo, este es el consejo que damos a los demás. Cuando pensamos en nosotros mismos sufriendo algún percance, por ejemplo una enfermedad, entonces creemos que ello será algo netamente malo.
Sin embargo, tanto para los demás como para nosotros mismos, percibimos los embates de la vida como algo menos malo de lo que hemos creído previamente, llevados por un prejuicio.
Cuando te informan de una enfermedad
El psicólogo Daniel Kahneman ofreció cuestionarios a 119 estudiantes que incluían preguntas sobre lo felices que creían que eran los tetrapléjicos. Los resultados demostraron que tenemos una idea preconcebida equivocada acerca de cómo se siente la gente en determinadas circunstancias si no las conocemos de primera mano: los que conocían a parapléjicos (amigos y familiares) los consideraban más felices que quienes no los conocían.
Los que mejor describían la realidad de tales pacientes eran, naturalmente, los que mejor los conocían. Es decir, que los tetrapléjicos eran más felices de lo que se creía.
Ilusión en el enfoque
Al igual que no somos capaces de adivinar lo mal que lo pasaremos ante un problema futuro, tampoco se nos da muy bien calcular lo bien que nos sentirá un golpe de suerte, como tocarnos la lotería o llevar a cabo un gran viaje o comprarnos un coche nuevo.
Ello es posible porque somos incapaces de imaginarnos todas las pequeñas circunstancias del día a día, y nos quedamos solo con lo más llamativo. Por la misma razón, somos bastante ineficaces a la hora de hacer frente a decisiones vitales importantes. Es lo que el psicólogo David Schkade denomina “ilusión en el enfoque”: al enfocar nuestra atención en detalles equivocados, erramos en el análisis de la situación. Un error que ocurre tanto al imaginar qué nos hará infelices como felices.
Por ejemplo, muchas personas pueden creer que serán más felices viviendo en California porque allí hace buen tiempo, quitándole importancia o incluso eliminando otros factores que constituirán la mayor parte del día a día en California, como por ejemplo las largas distancias que deben recorrerse, estadísticamente, de casa al trabajo, o el coste del a vida. Como consecuencia, también muchas veces pensamos que seremos más felices de lo que terminaremos siendo.
En conclusión, no deberíamos exagerar nuestra proyección del estado anímico en circunstancias futuras, ni para bien ni para mal, porque probablemente nos equivocaremos. E incluso si debemos enfrentarnos a situaciones que aparentemente resultarán un desastre, finalmente puede que no sea para tanto.
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