Se vende una cada 2,5 segundos en uno de los 150 países en los que se comercializan. Desde su nacimiento en 1959 se han vendido 1.000 millones de unidades. Las primeras costaban solo tres dólares, pero se han llegado a pagar 10.000 dólares por algunas ediciones de coleccionista.
Es Barbara Milicent Roberts, Barbie para los amigos, la muñeca más vendida y popular de la historia.
¿Cuál es la razón de su éxito? Tal vez resida en que Barbie fue una de las primeras muñecas de la historia que no tenía aspecto de bebé o de niño sino de mujer adulta. Es decir, tener una Barbie era como tener un futurible, una versión de ti mismo de cómo serás en unos años. Para ir practicando. Para sentirte más adulta. Desde 1961, Barbie hasta se echó novio: Ken.
De hecho, desde su aparición, los pechos de Barbie siempre han generado controversia entre las asociaciones de padres, por considerarse exagerado. Pero la principal crítica a Barbie siempre ha sido su cuerpo en general, sus medidas, a todas luces imposibles en un ser humano, lo cual podría generar ansiedad en las niñas que quisieran usarla como modelo de su yo futuro. Estas críticas han venido sobre todo del sector feminista.
Se acusa a Barbie de fomentar las conductas alimentarias aberrantes, como la anorexia. Habida cuenta de que el 90 % de las niñas americanas entre 3 y 10 años tienen una Barbie, el riesgo es muy elevado como para no prestarle atención, así que Mattel se puso manos a la obra, tal y como explica José Manuel Alonso en su libro La nariz de Charles Darwin:
En 1971, Mattel ajustó sus moldes y la nueva muñeca tenía más caderas y menos pecho pero se la siguió haciendo responsable de los problemas de dietas de las adolescentes occidentales y de la adicción a la cirugía plástica pocos años después. La omnipresencia de la nueva muñeca se asoció con las preocupantes cifras de trastornos de la alimentación en Estados Unidos y en todos los países de su entorno cultural. Según datos recientes, el 2% de las niñas norteamericanas desarrollan anorexia en algún momento de sus vidas, el 15% una bulimia y el 70% se ven gordas. En 1961 el equipamiento de la “Barbie canguro” venía con un libro titulado Cómo perder peso que incluía el siguiente consejo: “No comas.” En 1965, otro paquete de accesorios llamado Slumber party (Fiesta de pijamas) incluía el mismo libro y una báscula rosa que marcaba 50 kilos (110 libras) lo que sería 16 kilogramos menos de lo que debería pesar una persona de su altura (1,75 m).
Y es que las medidas de Barbie son 91-46-84. Según el Hospital Central Universitario de Helsinki, Finlandia, con esas medidas, Barbie no tendría suficiente grasa subcutánea y habría perdido la menstruación. Sin embargo, no son medidas imposibles: una de cada 100.000 mujeres las tienen.
Pero considerar Barbie el origen de los problemas alimentarios u otros trastornos psicológicos es confundir la relación causa-efecto. Barbie no sería la causante de nada sino más bien el reflejo de lo que sucede en la sociedad. Exista Barbie o no, seguiría ocurriendo lo mismo. Las niñas no compiten para ser como Barbie sino para ser mejores que sus pares; y Barbie solo es un muñeco. Acusar a Barbie sería como acusar a Supermán de ser el responsable de que un niño se ate una capa al cuello y se lance por la ventana. Podéis profundizar más en ello en los artículos:
¿Por qué sabemos diferenciar la realidad de la ficción?
¿Cómo empieza paso a paso una moda o tendencia social? (I), (II), (III), (IV), (V)
¿Somos ahora más materialistas y despilfarradores que antes?
Tal y como señala de nuevo José Alonso:
en 2009, el mismo año que se cumplió el 50 aniversario de la muñeca Barbie, el Dr. Worobey de la Universidad de Rutgers realizó una investigación sobre la relación de Barbie y sus propietarias. Encontró, tras hacer un estudio en 254 mujeres, que ni la edad de su primera Barbie ni cuántas barbies habían tenido en su infancia y adolescencia tenían un impacto estadísticamente significativo en su propia imagen ni en su conducta alimentaria. El factor más importante a la hora de predecir el comportamiento alimentario y la obsesión con las dietas de una mujer eran sus recuerdos de cuánto valoraba la apariencia física su familia más cercana.
Otrosí: parece que seamos un poco caníbales, al menos si hacemos caso a un estudio presentado por Richard Wiseman en su libro 59 segundos. En él se sustenta la idea de que muchos psicólogos evolutivos creen que los hombres hambrientos prefieres a las mujeres más grandes, ya que su tamaño indica acceso a comida.
En el experimento para comprobar esta hipótesis evolutiva, se solicitó a un grupo de estudiantes universitarios que puntuaran el atractivo de unas fotografías de cuerpo entero de mujeres con distintas tallas, mientras entraban y salían de un comedor universitario.
El resultado fue que los que todavía no habían comido, puntuaron como más deseables a las mujeres más rellenitas.
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