Uno de los buenos propósitos más generalizados para el próximo año, que está a punto de empezar, es el de ponerse en forma, perder los kg de más, conseguir no boquear como un pez fuera del agua cada vez que se sube un tramo de escaleras. Sin embargo, este propósito resulta bastante fallido en términos generales.
Con todo, cada año volvemos a proponernos el mismo objetivo. La razón de esta terquedad es que hay una gran distancia en lo que haremos y en lo que creemos que haremos, como bien saben los dueños de los gimnasios. Por ello el negocio de las dietas resulta tan lucrativo.
Solo en Estados Unidos, el negocio de los gimnasios es tal que así: casi 33 millones de personas pagan unos 12.000 millones de dólares al año para hacer ejercicio. El dinero estaría bien invertido si los clientes mantuvieran su compromiso de acudir al gimnasio, pero no lo hacen.
Según Della Vigna y un colaborador de Berkeley, Ulrike Malmandier, tras analizarse los registros de tres gimnasios de Estados Unidos que detallaban la asistencia día a día de casi 8.000 miembros durante tres años, la mayoría de la gente había optado por un contrato anual o mensual, en vez de pagar por visita (normalmente pases de diez visitas).
La razón es que la gente confía demasiado es sí mismas: estadísticamente resultaría más económico pagar por cada visita que hacerlo en un pack anual o mensual, porque finalmente no se acuden tantas veces como se creía al gimnasio. Tal y como explica Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
De hecho, Della Vigna y Malmendier vieron que los socios de un gimnasio van sólo la mitad, más o menos, de lo que esperaban, cuatro o cinco veces al mes, en lugar de las diez al mes que esperaban ir. Como consecuencia, pagan excesivamente por las visitas que hacen al gimnasio. De medio, DellaVigna y Malmendier hallaron que los socios pagaban 700 dólares de más cada uno.
Por esa razón, los gimnasios han diseñado sus contratos para aprovecharse del optimismo congénito de sus clientes. Así que adelante con vuestros buenos propósitos de Año Nuevo, pero cuidado con pecar de demasiado optimistas: probablemente ahorraréis dinero si empezáis por un plan poco ambicioso.
A menudo caemos en la autocomplacencia por costes iniciales que parecen bajos. Al fin y al cabo, hay una razón por la que las habitaciones del hotel en Las Vegas son baratas y por la cual los planes de telefonía móvil ofrecen minutos “gratis”: tanto los casinos como las compañías de teléfonos móviles saben que usted sobrestimará su autocontrol.
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