El tacto entre personas produce una sincronización intercerebral que actúa como analgésico del dolor físico, de modo que el acto de cogerle la mano a alguien que está sufriendo podría ser positivo para reducir este sufrimiento, según revela un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Johns Hopkins.
Piel con piel
El efecto observado en este estudio implica a una red que involucra principalmente las regiones centrales del objetivo del dolor y el hemisferio derecho del observador del dolor.
Si bien investigaciones recientes destacan el papel de la empatía del observador en el alivio del dolor, se desconoce la contribución de la interacción social a la analgesia.
También la analgesia, y el correcto desarrollo neuronal y emocional de los bebés tiene que ver con el apego y el contacto de piel con piel, como ya hace tiempo se ha venido demostrando.
Antes de estos descubrimientos, a los bebés no se les tocaba. Hace apenas un siglo, allá por la década de 1920, un autoridad en puericultura como era John Watson llegó a afirmar: "No abracéis ni beséis nunca [a vuestros hijos], no dejéis nunca que se sienten en vuestro regazo. Si tenéis que besarlos, hacedlo una vez en la frente cuando les deseéis buenas noches. Por la mañana, estrechadles la mano". Todas estas ideas erróneas sobre la crianza se subsanaron cuando los psicólogos exigieron un cambio en los cuidados infantiles, aconsejando a las enfermeras, por ejemplo, que tomaran a los niños en brazos para acunarlos, acariciarlos, consolarlos y darles una sensación de contacto íntimo.