El neuromarketing también se ha introducido en lo que se llama Sensory Branding (marketing sensorial de marca), que incluso tiene en cuenta el sonido que envuelve al comprador y al mismo producto para provocar fascinación o mero impulso de compra.
Esta estrategia pudiera parecer de ciencia ficción, pero lo cierto es que sus inicios fueron en los años 1950. Hace ya décadas, por ejemplo, que General Electric creó su característico tono de tres timbres, el equivalente auditivo de un logotipo.
Pero el posicionamiento de marca basado en sonidos ya no sólo se ciñe a una simple melodía o una canción embelesadora, sino que el propio producto que se comercializa cuida hasta el extremo la calidad de los ruidos que desprende. Por ejemplo, los cereales para el desayuno.
Si desayunamos cereales de Kellogg´s comprobaremos que, al morderlos, crujen de una forma diferente al resto de cereales. Ese crujido es deliberado, pues Kellogg´s contrató a un laboratorio danés que sus cereales crujieran así y no de otro modo. Otras marcas hacen lo mismo con sus productos alimentarios, y así se consigue que las galletas, las patatas fritas o simplemente el ruido de la caña entrando en el orificio de un vaso de Coca-Cola de McDonalds quede fijado como parte de la experiencia con el producto.
Martin Lindstrom señala más ejemplos de sonidos en productos en su libro Buyology:
Más recientemente, Ford Motor Company creó un nuevo sistema de seguro para las puertas de la gama de vehículos Taurus que emitía un sonido reconocible parecido al de una bóveda cuando se cierra. ¿Sabía usted que el sonido que hace una lata de café liofilizado o de patatas Pringles al destaparse ha sido fabricado deliberadamente para que los consumidores asocien el producto con una frescura deliciosa? ¿Y qué hay con el “tic-tic-tic” de la rueda del iPod, o su inconfundible sonido de campana al encenderse y apagarse?
El paradigma de sonido asociado a una marca probablemente sea el tono de llamada de Nokia. En 2007, había casi 400 millones de teléfonos móviles en circulación, y una participación de la marca del 40%. Y el 20% de todos los abonados de Nokia conserva dicha melodía por omisión.
Esta sencilla tonada se basa en el Gran Vals, una composición de Francisco Tárrega del siglo XIX, y es tan tremendamente popular que incluso se han reportado informes de aves en Londres que reproducen en sus trinos la melodía Nokia.
Porque, con todo, el reclamo auditivo más poderoso de una marca sigue siendo la melodía, el jingle, la canción. Incluso hasta el punto de que el tipo de música nos puede inducir a consumir uno u otro producto.
El sonido hasta puede determinar si elegimos una botella de un Chardonnay francés en vez de un riesling alemán. Durante dos semanas, un par de investigadores de la Universidad de Leicester realizaron el experimento de poner música francesa con mucho acordeón o música de una banda de Bierkeller alemana por los altavoces de la sección de vinos de un supermercado grande. Los días de la música francesa, el 77% de los consumidores compró vino francés, mientras que los días de la música de Bierkeller, la gran mayoría de los consumidores se dirigieron directamente a la sección de los vinos alemanes.
Los efectos del hilo musical en el consumidor están tan asumidos que ya no se discuten ni siquiera si tienen efectos o no, sino qué efectos se deben potenciar o no para alcanzar las mejores ventas. El psicólogo David Hargreaves lo explica así:
Según la mayoría de la gente, el tiempo vuela cuando te estás divirtiendo… pero si te gusta la música y te concentras en ella, el tiempo pasa más lentamente. La música que no te gusta hace que el tiempo se contraiga y la música hace que la percepción del tiempo aumente. Al vendedor se le plantea un dilema: ¿es preferible utilizar la música para hacer más agradable la tienda o para hacer sentir a la gente que el tiempo pasa rápidamente?
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