Gran parte de la economía de los exhibidores de cine actuales se basa no tanto en la venta de entradas para ver una película como de cubos de palomitas y refrescos, cuyo precio incluso puede sobrepasar el de la propia entrada.
Y es que comer palomitas, caramelos o comida basura en general mientras estás en el cine puede tener su gracia. Sobre todo si la película es mala o aburrida, tal y como sugiere un estudio de 2015: en tal caso, comemos más, en vez de menos.
M&M y descargas eléctricas
Si los participantes de una prueba deben ver durante una hora siempre el mismo videoclip, de un minuto y medio aproximadamente, el consumo de M&M se duplica. También puede hacerlo el número de descargas eléctricas autosuministradas. Tal y como explica Herring Beck en su libro Errar es útil:
La razón de estos ataques de hambre no es perseguir la sensación de satistacción comiendo aperitivos o golosinas, más bien se quiere evitar la sensación tan desagradable de aburrimiento. Las golosinas o las patatas fritas no son de ninguna manera una recompensa apetecible, sino la única forma de escapar del castigo psíquico de una peli soporífera. También se podría afirmar que cuando alguien está viendo una película y mastica sin parar es porque la historia no le cautiva.
En ese sentido, una descarga eléctrica funciona igual: preferimos infligirnos dolor antes de aburrirnos: por eso, si se deja esperar durante quince minutos a los participantes de una prueba en una habitación y se les da la opción de elegir entre no hacer nada o darse ellos mismos descargas eléctricas, según este estudio, dos de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres acaban utilizando el aparato de descargas eléctricas.