Benjamin Franklin decía que los diamantes eran extremadamente duros, «como el acero o el intentar conocerse a uno mismo». Tenía razón, porque nos damos demasiada importancia, por un lado, y consideramos una traición a la coherencia el cambiar de opinión. No importa que el mundo sea complejo y cambiante: nuestras opiniones deben ser fijas y simples, acaso aforísticas.
Por ello, vale la pena rescatar las enseñanzas de los clásicos. A continuación, cuatro máximas generales de Bertrand Russell en La conquista de la felicidad para tatuarse en el cerebro, la piel donde las cicatrices incluso más festivas tienen mayor significado.
Las 4 máximas
- Recuerda que tus motivos no siempre son tan altruistas como te parecen a ti.
- No sobreestimes tus propios méritos.
- No esperes que los demás se interesen por ti tanto como te interesas tú.
- No creas que la gente piensa tanto en ti como para tener algún interés especial en perseguirte.
Todos conocemos a ese tipo de persona, hombre o mujer, que, según sus propias explicaciones, es víctima constante de ingratitudes, malos tratos y traiciones. A menudo, las personas de esta clase resultan muy creíbles y se ganan las simpatías de los que no las conocen desde hace mucho. Por regla general, no hay nada inherentemente inverosímil en cada historia que cuentan. Es indudable que a veces se dan las clases de malos tratos de las que ellos se quejan. Lo que acaba por despertar las sospechas del oyente es la multitud de malas personas que el sufridor ha tenido la desgracia de encontrar. Según la ley de probabilidades, las diferentes personas que viven en una determinada sociedad sufrirán, a lo largo de su vida, más o menos la misma cantidad de malos tratos. Si una persona de cierto ambiente asegura ser víctima de un maltrato universal, lo más probable es que la causa esté en ella misma, y que o bien se imagina afrentas que en realidad no ha sufrido, o bien se comporta inconscientemente de tal manera que provoca una irritación incontrolable.
Russell (1872 – 1970) apoyó la idea de una filosofía científica y propuso aplicar el análisis lógico a problemas tradicionales, como el problema mente-cuerpo o la existencia del mundo físico. En opinión de muchos, Bertrand Russell posiblemente haya sido el filósofo más influyente del siglo XX, al menos en los países de habla inglesa, considerado junto con Gottlob Frege como uno de los fundadores de la Filosofía analítica. Es también considerado uno de los lógicos más importantes del siglo XX.
Por añadidura, es el creador de la analogía llamada la Tetera de Russell, cuya función era desacreditar la creencia en cosas que no podían falsarse. Dios incluido. Otra versión más actual de la misma es la religión del Monstruo de Espagueti Volador.
Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede ser vista ni por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo ilustrado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.