Cyrano de Bergerac es un locuaz poeta que, sin embargo, tiene una nariz tan afilada como su lengua. Como su físico no le acompaña, Cyrano se convierte en el cerebro de Christian para expresar su amor por Roxane. Es decir, Christian, más bien corto de entendederas, simplemente repite las bonitas y escogidas palabras de Cyrano para encandilar a la chica.
Esta trama ha sido repetida por el cine y el teatro en innumerables ocasiones: el patito feo que, en verdad es inteligente y sensible, y que recibiría más atención si exhibiera un físico más interesante. Sin embargo, no resulta una trama tan inverosímil. Al menos en lo tocante a que otra persona se haga pasar por ti. Por ejemplo, imaginemos que somos profesores y debemos repetir las palabras de un niño, ¿alguien se dará cuenta de que nos pasa algo extraño? ¿Alguien creerá que hemos sido poseídos? O, por el contrario, al aceptar que tú eres tú, todo lo que diga por tu boca resultará igualmente válido aunque en realidad haya sido formulado por otra persona, por un niño?
En eso radicaba principalmente un insólito experimento de Stanley Milgram, el célebre psicólogo de la Universidad de Yale mundialmente conocido por dirigir los experimentos del mundo pequeño (la fuente del concepto de los seis grados de separación) y el Experimento de Milgram sobre la obediencia a la autoridad.
Tú eres tú aunque no seas tú
Milgram llamó a estos suplantadores de la identidad de los voluntarios del experimento precisamente cyranoids, en honor a Cyrano. Si bien estos experimentos no llamaron mucho la atención en su momento, ahora vuelven a palestra gracias a la reproducción de dos de los mismos en un artículo publicado por los psicólogos sociales británicos Kevin Corti y Alex Gillespie.
Si lo que hacía Cyrano era susurrar las palabras a Christian, en el experimento de Milgran, la "fuente" hablaba por un micrófono y el 'remedo' escuchaba a través de un auricular oculto. Él o ella simplemente debían repetir lo que oían frente a los demás. Milgram señaló que nadie era capz de detectar el truco. Como los resultados, sin embargo, nunca fueron publicados, y Milgram solo se refirió a esos datos de manera anecdótica, Corti y Gillespie decidieron recrear el experimento.
En el experimento, el remedo se sentó en una "sala de interacción" y participó en una conversación con el "interactuante", un voluntario que no conocía la naturaleza del experimento, y que esperaba estar hablando con una persona normal. Sin el conocimiento de los voluntarios, la fuente estaba observando la conversación desde otra habitación, a través de un enlace de vídeo y audio, y podía indicar al remedo exactamente qué decir.
20 voluntarios participaron en una conversación de 10 minutos con el cyranoid. Otro 20 se ensayaron en una condición de control, en el que no había ninguna fuente, y el remedo estaba hablando normalmente. Los resultados indicaron que, al igual que Milgram había dicho, la ilusión de hablar con alguien que no había sido suplantado por otra persona era muy convincente:
Ninguno de los participantes declaró que su interlocutor estaba comportando inusualmente o de una manera prescrita durante las entrevistas posteriores a la interacción. Por otra parte, ninguna de las evaluaciones escritas de los participantes en la condición cyranoid dio ninguna indicación de que se había detectado la ilusión. Cuando el engaño fue revelado, las respuestas fueron una mezcla positiva de asombro y diversión.
En otro experimento, un niño de 12 años interactuaba con los voluntarios mientras era apuntado por un hombre de 37. Los voluntarios tampoco se dieron cuenta de nada. Sí que refirieron que el niño era inteligente o que tenía muy buenos modales, pero poco más.
No sabemos qué pasaría si la persona que de repente es secundada por un cyrano es alguien familia con el que ya hemos interactuado antes. ¿Notaríamos la diferencia? ¿O simplemente asumiríamos que una persona es ella porque tiene su aspecto, sin atender realmente a la naturaleza de sus palabras?
Vía | Discover
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