Vivimos tiempos convulsos en cuanto a las palabrotas, la corrección política y lo de cogérsela con papel de fumar. Los padres sancionan a los hijos que sueltan tacos, y decir palabrotas puede ofender a la concurrencia en general.
Sin embargo, dejando a un lado los protocolos y las normas sociales de cada momentos, en realidad decir palabrotas no revela que tengas una mente sucia o desordenada, ni siquiera que tiendas a tener mala conducta.
Riqueza de vocabulario
Se suele decir que las personas que hablan con tacos tienen un vocabulario limitado. Pero un estudio llevado a cabo por psicólogos de la Marist College y la Massachusetts College of Liberal Art concluyó que los participantes que fueron capaces de enumerar más tacos en un minuto también demostraron mayores habilidades lingüísticas en general.
Lo que esta correlación sugiere es que la palabrota no es simplemente un signo de pobreza lingüística, falta de vocabulario general, o baja inteligencia. En lugar de eso, la palabrota parece ser una característica del lenguaje que un hablante articulado puede usar para comunicarse con la máxima eficacia.
Cerebro primitivo
Hay un vínculo entre las palabrotas y las emociones, así que las palabrotas parecen proceder de las partes más primitivas de nuestro cerebro. Pero ello no significa que modelen nuestra mente. Es decir, pronunciar una palabrota no nos vuelve un rufián, ni provoca que tengamos malos pensamientos, ni ensombrece nuestro código moral cotidiano. Es justo al contrario: nuestro lenguaje es el que refleja lo que anida en nuestra mente.
Si en vez de decir una palabrota, decimos un eufemismo, ello no borra de un plumazo lo que ya tenemos en la cabeza. Lo que hace, en realidad, es evitar que los demás adivinen lo que pensamos y cuánto nos afecta a nivel emocional. Evitar decir palabrotas, en ese sentido, es como evitar llorar.
Las palabras no predisponen a las actitudes de las personas, por ello resulta tan estéril cambiar palabras raciales o de connotaciones despectivas por términos eufemísticos: la gente dirá las cosas de otra manera, pero seguirá pensando esencialmente lo mismo. Es lo que se denomina rueda del eufemismo.
Con todo, recordemos que en muchos canales de televisión aún se usan pitidos para enmascarar palabrotas y en Estados Unidos se usa el eufemismo hasta la náusea (oh, my Gosh por oh, my God, por ejemplo).
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