Gracias a un estudio de la Universidad de Oxford publicado en Scientific American de abril/mayo de 2008, sabemos bastante bien el efecto que ejerce en nuestro cerebro la contemplación del rostro de un bebé humano.
Para llevar a cabo el estudio se empleó una técnica imagenológica conocida como magnetoencefalografía, mediante la cual el neurocientífico Morten L. Kringelbach pidió a 12 adultos que realizaran una actividad en el ordenador mientras proyectaba los rostros de bebés y de adultos (de expresión semejante) en una pantalla cercana.
Al parecer, los cerebros de los voluntarios identificaban aparentemente los rostros de los bebés como algo especial.
Según Scientific American:
aunque los voluntarios finalmente procesaron los rostros con las regiones del cerebro que normalmente realizan esa función, todos los participantes mostraron una reacción clara y precoz solo a los rostros de los bebés. (...) en un séptimo de segundo se producía un pico de actividad en la corteza orbitofrontal interna, una zona situada encima de las órbitas y relacionada con la detección de estímulos gratificantes.
Un artículo del Current Biology a cargo de investigadores del Centre for Mammal Vocal Communication Research de la Universidad de Sussex, sugiere que los gatos todavía se benefician de más cualidades para conmovernos y seducirnos, cualidades que van más allá de su aspecto candoroso. Los gatos domésticos, al parecer, manipulan a los humanos incorporando en su ronroneo una llamada tipo llanto similar al de los bebés (en las mismas frecuencias).
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