Los hombres tienden a sobrestimar su inteligencia y su atractivo. Por el contrario, las mujeres tienden a subestimar esos mismos rasgos. No sabemos si esos sesgos cognitivos son producto de la evolución, del funcionamiento concreto del cerebro o del contexto cultural (quizá todo esté relacionado entre sí), aunque se tienen algunas pistas bastante fundadas.
Lo único que sabemos con certeza es que ocurre. Y también que ello lleva aparejados no pocos problemas, no solo para las mujeres, sino también para los hombres.
Soy mejor que tú
Si pedimos a ambos sexos que estimen su Cociente Intelectual, en general los hombres harán una sobrestimación, y las mujeres una subestimación, como sugiere un estudio de Jacqueline Reilly y Gerry Mulhern: Gender Differences in Self-Estimated IQ.
Las mujeres, pues, son más inteligentes de lo que se creen, y también mucho más competentes en aspectos que no parecen de su competencia, como las matemáticas, como ya explicamos en ¿De verdad que las mujeres son más incompetentes en matemáticas que los hombres?
Tal y como explica Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente, estos sesgos incluso se producen en edades tempranas:
Se ha comprobado, por ejemplo, que las niñas en edad escolar subestiman sus notas en matemáticas, pero no sucede lo mismo con los niños. Los hombres también tienden a ser más impulsivos que las mujeres. Esto es lo que el Ejército estadounidense observó cuando estudió incidentes simulados a fuego amigo (es decir, las tropas norteamericanas disparando a uno de los suyos). Cuando el Ejército examinó los resultados, vio que los soldados varones tendían a disparar a personas a las que no deberían haber disparado, pero que las mujeres soldado tendían a hacer lo contrario.
Los efectos negativos
Ambos sexos se ven perjudicados por sus propios sexos, ya sea en general como en particular. Por ejemplo, en el caso anteriormente descrito, en el estudio del Ejército norteamericano: los hombres disparan más a los buenos que las mujeres, sí, pero las mujeres dejan de disparar más a los malos que los hombres. Ambas cosas son malas y peligrosas.
De acuerdo, la guerra parece algo excepcional, pero estos defectos también tienen influencia en actividades cotidianas, como conducir un coche. Los hombres creen que conducen mejor que la media de hombres (el típico efecto Lago Wobegon), así que son más remisos a tomar medidas de seguridad. Por ejemplo, las mujeres usan más a menudo los cinturones de seguridad.
Los hombres también toman decisiones al volante que resultan más arriesgadas, como acelerar en un semáforo en ámbar. En Estados Unidos, de hecho, es tres veces más probable que un hombre se vea implicado en un accidente de coche. Es verdad que los hombres conducen más horas, pero incluso teniendo en cuenta la diferencia, sus índices de colisiones mortales son superiores, como ya explicamos en ¿Conducen mejor los hombres o las mujeres?
Pero las diferencias entre hombres y mujeres son tantas y tan diversas en relación a cómo se perciben a sí mismos y su nivel de competencia que os emplazo a la siguiente entrega de este artículo para ver un puñado más.
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