A pesar del halo romántico que desprende el hecho de dejarnos guiar por los habitantes locales en nuestro viaje turístico, lo cierto es que los locales se equivocan bastante (y mucho más que un GPS). Incluso se ha publicado recientemente un estudio sobre los países más ignorantes de sí mismos (con México encabezando la lista).
Pero en el asunto de la localización espacial, las personas (locales incluidos) cometen errores continuamente, como puso de manifiesto un estudio ya clásico de Stanley Milgram. En el mismo se analizó, allá por 1960 (antes del GPS), cientos de mapas dibujados por parisinos de todas las edades y todas las profesiones, incluidos arquitectos y universitarios, gente aparentemente formada. En los mapas, en ocasiones, se omitían enclaves famosos, como precisamente la Torre Eiffel y Notre Dame.
El 92 % de la gente subestimaba la curvatura del Sena, tal y como publicó Milgram en su artículo “Psychological Maps of Paris” para Environmental Psychology.
También las distancias cortas se exageran, y las distancias largas se subestiman. En un estudio similar, los taxistas, en apariencia perfectos conocedores de los recovecos de la ciudad, enderezaban en su mayoría las calles de la ciudad. Tal y como abunda en ello Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
Cuando se le pide a la gente que navegue utilizando puntos de referencia, como sus casas o un edificio famoso cercano, sucede algo incluso más extraño: juzgan que la distancia a un punto de referencia es menor que la distancia desde un punto de referencia. Esto es cierto incluso en comparaciones a gran escala. Por ejemplo, la gente juzga que Corea del Norte está más cerca de China que China de Corea del Norte.
Imagen | aaronparecki
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