Desde principios de 2007, un hombre de identidad desconocida se había dedicado durante semanas a depositar billetes de diez mil yenes en los servicios públicos para hombres de todo el país.
Se habían hallado estos sobres repletos de billetes en 18 de las 47 provincias de Japón, desde Sapporo, al norte, hasta la isla de Okinawa, a miles de kilómetros al sur, convirtiendo la historia del benefactor ignoto en un acontecimiento tan trascendente para los japoneses que hasta el Yomiuri y el Asahi, los dos diarios de mayor tirada, habían publicado mapas donde se indicaban los lugares en los se habían hallado estas muestras de altruismo exacerbado, a la manera de mapas del tesoro.
La dinámica psicológica implícita en estos donativos parece ser la misma que guiaba a los protagonistas de la película Cadena de favores, en la que una persona debía hacer de forma altruista un favor a otras tres a cambio sólo de que cada una de esas tres hiciera favores altruistas asimismo a otras tres, y así sucesivamente. Finalmente, el mundo sería, en teoría, un lugar más feliz.
Aunque en el caso del altruista anónimo de Japón, sus actos están dirigidos sólo a hombres, pues los servicios públicos son masculinos. Y los hombres japoneses no parecen ser muy receptivos a los regalos. Se caracterizan por ser tan honrados que 400 de estos sobres llenos de dinero ya han sido entregados a la policía por los ocasionales afortunados. Sólo puedo imaginar a Japón como un lugar donde esto pueda ocurrir de este modo.
De todas maneras, aunque el japonés medio decida devolver su regalo, es posible que de igual forma el altruista anónimo esté contribuyendo en el bienestar no sólo del que encuentra el sobre con el dinero sino también de la gente que más tarde se relacionará con el agraciado.
Diversos experimentos psicológicos demuestran que nuestro estado de ánimo influye en nuestra percepción de los demás y en las valoraciones que hacemos de ellos. Si el que encuentra el sobre se siente afortunado por un día, es más que probable que trate con mayor benevolencia a quienes se crucen en su camino, en una especie de “cadena de favores” inconsciente. Lo explica así Steven Mithen en su libro sobre el origen de la música y el lenguaje Los neandertales cantaban rap:
En los años setenta, la psicóloga Alice Isen comenzó a investigar esta idea a través de unos experimentos tan sencillos como ingeniosos. En uno de ellos dio a los sujetos experimentales un test de habilidades perceptivas y motrices y luego indicó, a un grupo seleccionado de forma aleatoria, que habían aprobado, al tiempo que comunicaba el <> a los demás. Los primeros se sentían algo más felices, como es lógico. Luego se expuso a todos los participantes a una situación que no guardaba relación directa con la prueba: la de una persona desconocida a la que se le caía un montón de libros. Los que habían aprobado y estaban más felices tendieron a ayudar al extraño con más diligencia que los que habían recibido la “mala noticia”.
Así, por ejemplo, se descubrió que las personas que recibían un paquete gratuito de galletas estaban más dispuestos a ayudar o a guardar silencio cuando se les pedía en una biblioteca; los que habían visto una comedia, o habían recibido caramelos, respondían mejor cuando se les pedía resolver un problema; y cuando los niños eran recompensados con adhesivos avanzaban más rápido en sus tareas escolares.
Y ahora me voy a un baño público japonés. A ver si hay suerte.
Vía Los neandertales cantaban rap de Steven Mithen
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