En el estudio de cómo se produce y se propaga la innovación, así como del desarrollo tecnológico y científico en distintos países, cada vez se otorga menos importancia al momento “Eureka” individual, la del genio solitario que, de repente, acomete una hallazgo inédito, como explicamos más ampliamente aquí.
Sin embargo, en todos los investigadores, e incluso en personas comunes, pueden producirse un momento del tipo “eureka”, una especie de epifanía en la que todo está claro de repente, y nos golpeamos la cabeza pensando que cómo no habíamos caído antes en algo tan obvio.
Joy Bhattacharya, de la Universidad de Londres, ha estudiado el cerebro, concretamente las ondas alfa procedentes del hemisferio derecho, en busca de la anatomía del instante “eureka”. Al parecer, observó que estas ondas saltan unos ocho segundos antes de que una persona tenga la intuición necesaria para resolver un puzle. Tal y como lo explica David Brooks en El animal social:
Un segundo antes de la intuición, según Mark Jung-Beeman y John Kounios, el área que procesa la información visual cesa en su actividad, evitando toda distracción. Trescientos milisegundos antes de la intuición, hay un pico del ritmo gamma, la máxima frecuencia producida por el cerebro. Hay un estallido de actividad en el lóbulo temporal derecho, justo por encima del oído derecho. Según Jung-Beeman y Kounios, se trata de un área que reúne informaciones de áreas cerebrales totalmente distintas.
O como ha barrado Robert Burton en On Being Certain: Believing You Are Right Even When You´re Not, es más una sensación que un pensamiento, un sentimiento de contacto casi religioso cuando los patrones encajan de golpe:
las sensaciones de conocimiento, exactitud, convicción y certeza no son conclusiones deliberadas ni decisiones conscientes. Son sensaciones mentales que nos ocurren.
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