Todas las actividades que impliquen una decisión discrecional en un contexto de muchas variables suelen estar abocadas a los sesgos, los prejuicios y el ruido: los jurados populares, determinados diagnósticos médicos, las evaluaciones académicas y, por supuesto, las entrevistas de trabajo.
Por eso no es extraño que los entrevistadores tienda, a menudo sin ser conscientes de ello, a preferir los candidatos que son culturalmente similares a ellos o a aquellos con los que tienen algo en común, como el sexo, la etnina o la formación, tal y como sugiere este estudio de 2012.
Un simple apretón de manos
Además de los sesgos (como que la belleza juega un papel importante en la entrevista: una persona fea y desgarbada tendrá más problemas para ser contratada), también hay ruido, tal y como lo define Daniel Kahneman en su libro titulado, precisamente, Ruido. Es decir, que diferentes entrevistadores reaccionan de forma también diferente ante el mismo candidato y llegan a diferentes conclusiones.
Ser contratado, pues, no depende solo de tus aptitudes como trabajador, sino del tipo de entrevistado que te ha tocado tener. O el día de la semana que ese trabajador está desempeñando su trabajo. O incluso la primera impresión (la calidad de un apretón de manos es un predictor significativo de las recomendaciones de contratación, sorprendentemente, tal y como sugiere este estudio de 2002):
Por ejemplo, hay pruebas sólidas de que las recomendaciones de contratación están vinculadas con las impresiones que se crean en la fase de relaciones informales de una entrevista, esos dos o tres primeros minutos en los que se charla amistosamente para que el candidado se sienta cómodo.
¿Cuál es la solución para resolver este problema? Básicamente, mecanizar más los procesos de contratación. Hay gente que confía en las personas. En los profesionales. Incluso en el juicio humano. Y, por contrapartida, considera que las directrices o los algoritmos son fríos, rígidos y alérgicos a la empatía.
No obstante, todas estas ideas románticas pueden desmontarse fácilmente si echamos un vistazo a cómo jueces, médicos o pilotos se equivocan clamorosamente en cuento dejan de mecanizar sus juicios, diagnósticos y decisiones, tal y como podéis ver en el siguiente vídeo.
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