A pesar de que nos gusta el sexo porque evolutivamente es importante que nos guste repetir lo que nos permite reproducirnos (la preferencia por azúcares y grasas siguen la misma lógica), el placer sexual adquiere variaciones ciertamente estrambóticas entre los seres humanos. Incluso besarse en la boca es una costumbre un poco rara si echamos un vistazo a todas las culturas del mundo.
Desde el fetichismo más exclusivo hasta las parafilias más ridículas, pasando por la coprofilia (la excitación a través de las heces), el abanico de desviaciones sexuales es tan imaginativo que parece ideado por un discípulo del marqués de Sade.
A pesar de que hasta 2003 no se derogaron en todos los estados de Estados Unidos las leyes que prohibían el sexo anal entre dos hombres, ello no hay sido óbice ni cortapisa para que se hayan desarrollado parafilias como:
- Homeovestismo: debilidad por la gente que se vise de forma adecuada.
- Formicofilia: gente que se excita poniéndose hormigas, cucarachas y otros insectos en sus genitales.
- Oculolingus: lamer el globo ocular.
- Macrofilia: atracción por los gigantes.
- Infantilismo parafílico o síndrobe del bebé adulto: excitarse con el acto de ponerse pañales y que te arrullen como a un bebé.
- Lactofilia: atracción por la leche materna.
La más extraña, sin embargo, quizá sea la fornifilia: el fetichismo de transformar a tu amante en un mueble. Así, mientras tu pareja semeja una silla o un armario, nos dedicamos a fotografiarlos. Algunos sujetan libros como si fueran estanterías, otros lucen pantallas de lámparas. Todo ello recuerda poderosamente a la excepcional novela de ciencia ficción Clara y la penumbra de José Carlos Somoza, en la que existen lienzos humanos.
Amor animal
Las prácticas sexuales entre humanos y animales merecen un renglón aparte, pues Kinsey, cuando se dedicó a sondear las preferencias sexuales de la sociedad estadounidense, concluyó que el 17% de los hombres que habían trabajado en una granja llegaron a experimentar contacto sexual con animales hasta alcanzar el orgasmo.
Algunos encuentros animales, con todo, pueden ser traumáticos, como el que describe Zoe Cormier en su libro La ciencia del placer:
Bromas aparte, los encuentros amorosos con caballos pueden no tener ninguna gracia, como ilustra la tristísima muerte de Kenneth Pinyan. Pinyan, un ingeniero de la empresa aeronáutica Boing, murió en 2005 a causa de una perforación del colon producida por la práctica receptiva de sexo anal con un caballo. Los machos de la especie Equus ferus caballus, como seguramente sabrás, tienen grandes miembros, que llegan a medir hasta un metro en erección.
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