¿Qué diferencia hay entre tener curiosidad por conocer la vida privada de los famosos o la curiosidad por conocer cómo funciona una central nuclear? ¿Hay distintos tipos de curiosidad? ¿Una es mejor que la otra? ¿Todas nacen del mismo lugar, de la inquietud, del comecome?
El psicólogo británico Daniel Berlyne (1924 - 1976) se encargó de diferenciar los diferentes tipos de curiosidad en una gráfica bidimensional.
4 tipos
A lo largo de un eje, Berlyne ponía una curiosidad que iba desde lo específico (el deseo o la necesidad de información distinta) a lo diversivo (la incesante búsqueda de estímulos para evitar el aburrimiento).
En el otro eje estaba la curiosidad perceptual (suscitada por estímulos sorprendentes, ambiguos o novedosos) hasta la epistémica (el verdadero anhelo de conocimiento nuevo).
La investigación científica básica, pues, pertenecería al cuadrante epistémico-específico de la gráfica. Pero la curiosidad que te empuja a navegar continuamente por Twitter en busca de titulares o el deseo de mirar si hay mensajes de texto nuevo tienen mayor probabilidad de situarse en la región diversiva-perceptual. Es decir, personas que buscan distracción, emoción o sorpresa.
Berlyne también contribuyó fundamentalmente en el estudio de la curiosidad identificando lo que él entendía que eran la clase de factores que determinaban si algo era interesante o digno de ser explorado:
- Novedad: objetos o acontecimientos nuevos o inéditos (salida de un smartphone)
- Complejidad: lo analizado no obedece a patrones claros sino que contiene una diversidad de componentes vagamente integrados (comportamiento en la economía)
- Incertidumbre: situaciones en las que es posible cualquier cantidad de resultados alternativos (meteorología)
- Conflicto: la información nueva es incompatible con el conocimiento o las tendencias existentes (no había armas de destrucción masiva en Irak).
Así que, antes de afirmar que la curiosidad mató al gato, quizá habría que dilucidar de qué clase de curiosidad estamos hablando.